Es innegable el gran tirón que tiene Sa Penya para los inversores en propiedades inmobiliarias. Este periódico detallaba ayer que se llegan a vender viviendas de apenas 35 metros cuadrados por 350.000 euros. La responsable de una agencia inmobiliaria explicaba que los extranjeros se interesan por comprar viviendas en Sa Penya como inversión y porque les entusiasma el barrio, que lamentablemente sigue muy degradado, con numerosos ‘okupas’, donde pueden verse viviendas tapiadas para evitar la presencia de éstos y donde aún hay gente que se dedica a la venta de drogas más. Pero está claro que Sa Penya se encuentra en un lugar privilegiado de la ciudad de Eivissa, aunque hoy por hoy está muy lejos de ser un barrio idílico para vivir.

Precios por las nubes.
Resulta difícil de creer que un inversor pueda pagar 350.000 euros por adquirir un inmueble minúsculo, que lo haga porque quiere pasar temporadas en el barrio o, en algunos casos, para invertir de cara al futuro. Porque Sa Penya, hoy por hoy, no es precisamente el mejor barrio de la ciudad, sino uno de los más degradados pese a tener una ubicación inmejorable y disfrutar de unas vistas privilegiadas. Evidentemente el barrio está mejor ahora tras el desalojo de todas las familias que ocupaban casas de forma ilegal, pero sigue siendo una zona compleja para vivir, donde la suciedad es patente y que necesita la acción de la administración de forma urgente y planificada. Y la escalada de precios revela que es un ambiente propicio para la especulación urbanística.

Remodelación a fondo.
Se requiere de una acción especial del Ayuntamiento de Vila, con el apoyo del Govern y del Consell, con un plan ambicioso que lamentablemente de momento no existe. Y junto a la colaboración de la iniciativa privada se coloque a Sa Penya en el lugar que se merece. Sin ‘okupas’, sin drogas, sin suciedad y con vecinos y comerciantes que le den vida y sepan disfrutar de un barrio con una ubicación emblemática. Mientras tanto sorprenderá que alguien quiera invertir tanto dinero en Sa Penya, y que los responsables políticos, de uno y otro color, hayan permitido y consentido la degradación que presenta el barrio.