Hace unos días se conocía que se había identificado en la cripta de la Catedral de Ibiza un cráneo con un orificio de entrada y de salida que pertenecía a un varón asesinado durante la Guerra Civil española. La investigación es un trámite para canonizar a los 21 religiosos asesinados en la Catedral de Ibiza durante la persecución religiosa de 1936 por parte de los republicanos, concretamente el 13 de septiembre.

Lamentable episodio.
En 1936 la Catedral vivió uno de los momentos más dramáticos de su historia al ser asesinadas 94 personas que permanecían en el castillo de Dalt Vila. Los autores de la masacre fueron los integrantes de una expedición de milicianos y militares que salieron de Barcelona y que desembarcaron en es Pou des Lleó y Santa Eulària. Entre las 94 víctimas había sacerdotes, pero también personas que no tenían ninguna vinculación política y cuyos cuerpos reposan hoy en la Catedral. Una placa recuerda el nombre de todas las víctimas. Recordemos que la vicepresidenta primera del Consell d’Eivissa, Viviana de Sans, ironizó que el primer nombre que aparece en la placa es el de Abel Matutes Torres. Desconocía Sans que los nombres figuran por orden alfabético, pero sin duda su comentario, muy desafortunado, no ayudó a tratar por igual a todas las víctimas de la Guerra Civil.

Diferente trato.
Lo sorprendente de todo es que la investigación de los cuerpos de los asesinados por las milicias republicanas no ha merecido ninguna expedición gubernamental, como sí ocurrió en Formentera hace unos meses o en las localidades mallorquinas de Porreras o Montuiri. Tampoco conexiones en directo de la radiotelevisión pública. ¿Acaso los actuales gobernantes consideran que las víctimas de la catedral no merecen el mismo respeto que las personas asesinadas por los franquistas? Es cierto que estos están identificados, pero fueron víctimas por igual de la barbarie que acarrea toda guerra y todas las víctimas de la Guerra Civil y sus familiares merecen idéntico trato. Esperemos que el olvido de la Catedral haya sido un simple lapsus y no un acto premeditado de los actuales gobernantes, aunque hay motivos para dudarlo.