La sentencia que condena al cantante Valtonyc a tres años y medio de cárcel ha generado en Balears, y también en España, un debate sobre el peligro de la libertad de expresión. La última que ha entrado de lleno en esta polémica ha sido la presidenta balear, Francina Armengol, quien el martes en el Parlament habló de “involución democrática” y apeló a la “ley mordaza” como el principal instrumento que ha utilizado el gobierno de Rajoy para retroceder el ejercicio de la libertad de expresión.

Cumplir las leyes.
Sin duda la sentencia a Valtonyc puede resultar desmesurada porque, desde el puro sentido común y humanitario, nadie puede ir a cárcel por una canción. Sin embargo, conviene destacar que el cantante de rap ni siquiera se ha disculpado con aquellos a los que insultó y, por otro lado, la condena a prisión se produce por un delito de enaltecimiento del terrorismo. Conviene recordar también que este delito figura en el Código Penal, y no en la “ley mordaza”, que simplemente es una ley con carácter administrativo y no penal. Armengol debería saberlo y no confundir a los ciudadanos.

Libertad de expresión.
Hacer creer que en España no hay libertad de expresión resulta un debate sin duda de lo más sorprendente. Que lo planteen personas sin una preparación intelectual puede aceptarse, pero que la propia presidenta del Govern o diputados autonómicos intenten hacer creer que vivimos en un Estado represivo supone, además de una gran mentira, un ejercicio de irresponsabilidad inadmisible. Se está mezclando el poder ejecutivo con el poder judicial, intentan atribuir la condena a Valtonyc al Gobierno de Rajoy, y el peor escenario es que este país vuelva ahora a abrir un debate que tendría que haberse olvidado hace tiempo. La libertad de expresión es un derecho, pero también hay ciertos límites.