Este periódico informaba este domingo sobre la factura sanitaria a los extranjeros por parte de la sanidad pública pitusa, que ascendió el pasado año a 5,6 millones de euros, un 20 por ciento más que el ejercicio anterior. Los ingresos corresponden a seguros privados, particulares y a la tarjeta sanitaria europea, por atenciones hospitalarias realizadas en los centros sanitarios de las Pitiusas a ciudadanos extranjeros, tanto hospitales como centros de salud. No se trata, sin duda, de una cantidad menor, pero sobre todo hay que poner de relieve lo que cuestan muchas veces las imprudencias de algunos turistas, como por ejemplo de aquellos que hacen ‘balconing’ (esa peligrosa moda de lanzarse a la piscina desde un balcón del hotel), que puede llegar a costar 7.000 euros por paciente entre ingreso, quirófano y atención en la UCI. Una dineral que no ha de escatimarse, porque se trata de la salud de un ser humano, pero que no puede salir gratis a quien origina el gasto y que no han de sufragar los residentes.

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Saber el coste.
Es muy aconsejable que los ciudadanos sepan exactamente qué cuesta la atención sanitaria que reciben. Eso se ha planteado en distintas ocasiones con el objetivo de que sean conscientes del coste de la sanidad pública. Si además esa atención sanitaria se debe a imprudencias las personas atendidas, los responsables deben asumir que no sale gratis, que al final sus fiestas las pagamos entre todos. Precisamente la sanidad pitiusa no está para fiestas. Los recursos son limitados y cada euro que se invierte supone un gran esfuerzo para los ciudadanos que pagan sus impuestos.

Hasta el último euro.
Como evidentemente la sanidad es un servicio muy caro, los turistas que llegan a Ibiza a pasar unos días de fiesta, muchos de forma irresponsable y sin ningún tipo de control, deben pagar por sus errores. Que un turista se lance desde la habitación a la piscina, supone una factura de 7.000 euros de media. Que su país de origen salde cuentas con estos irresponsables, pero la sanidad pitiusa no debe ni puede permitirse el lujo de regalar ni un euro de la atención sanitaria que además, en sus países de origen en muchos casos deben abonar a tocateja.