La sentencia de la Audiencia Nacional sobre el ‘caso Gürtel’ ha tenido un efecto demoledor al provocar la presentación de una moción de censura contra el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, por parte del principal partido de la oposición, el PSOE. El movimiento del líder socialista, Pedro Sánchez, es la obligada respuesta a un fallo judicial que confirma que el PP se lucró de los turbios negocios de su extesorero Luis Bárcenas. Sin embargo, también es obligado remarcar que se abre un período de inestabilidad institucional en uno de los momentos más delicados de la historia reciente de España.

Apoyos complicados.
La decisión del PSOE guarda cierta relación con la moción que interpuso Pablo Iglesias en junio de 2017, en la que los socialistas se abstuvieron y con la investidura de Rajoy en octubre de 2016, en la que también se abstuvo el PSOE, tras la dimisión de Sánchez. Y cabe recordar la investidura frustrada del propio Sánchez en marzo en 2016 al sumar solo los votos de Ciudadanos. Ahora, los socialistas concitan un apoyo amplio, pero todavía insuficiente para asegurarse las votaciones. El heterogéneo espectro político que precisaría Sánchez para ser presidente genera, por el momento, muchas dudas. Las contradicciones ideológicas permiten adivinar que no se entraría en una calma institucional, circunstancia que otorga a esta vía un carácter de extrema provisionalidad.


Rajoy, un presidente abrumado.
La respuesta de Rajoy al reto de Sánchez es el reflejo de un político agotado tras el fallo del ‘caso Gürtel’ y también enrocado. Ante el actual escenario político, sólo un pactado adelanto electoral –como pretende Ciudadanos– puede plantearse como remedio al endiablado dédalo en el que se encuentra la política española. La mancha de la corrupción ha llegado al tuétano del partido en el Gobierno, circunstancia que requiere decisiones, pero que no comprometan la imprescindible estabilidad institucional del país.