El hecho de que Fiscalía haya abierto actuaciones contra 400 menores de las Balears por acciones violentas hacia sus familiares o parientes prueba que los adolescentes (la edad más delicada de la vida) están cada vez más inmersos en una realidad de grandes dosis de violencia, que va desde los vídeo juegos a las películas, en una proporción e intensidad como jamás habían conocido las generaciones anteriores. Por otro lado, una sociedad tan abierta y cargada de problemas como la actual conlleva también la pérdida de autoridad de los progenitores. El resultado es, en no pocos casos, explosivo.

Mayor concienciación social.
La sociedad no puede mirar hacia otro lado ante el incremento de la violencia entre jóvenes de 14 a 18 años. Dejar el problema en manos de Fiscalía es huir de la realidad. Hace falta una implicación conjunta de los poderes públicos, las autoridades educativas y las propias familias. Los jóvenes que padecen estos ataques de violencia suelen ser de estructura psicológica débil, o tienen una personalidad distorsionada por la extrema violencia que a menudo buscan como válvula de escape a través de la pantalla del ordenador o del televisor. Dar seguridad en si mismos a los adolescentes e inculcarles valores sólidos es el primer paso para hacerles personas equilibradas y, en consecuencia, amantes del respeto y del cariño hacia los suyos.

Demasiada violencia.
De todas formas, los jóvenes actuales tienen un contacto demasiado directo con la violencia desde la infancia. Hay videojuegos que rezuman una agresividad máxima y películas de una brutalidad enorme. Se trata de productos cada vez más logrados, de un realismo espectacular, pero también muy peligroso. Cabría reflexionar sobre los efectos que tales productos perfectamente legales pueden tener sobre las sociedades del presente y del futuro. Adolescencia e indefensión ante vidriosas influencias externas van muy a menudo de la mano.