En muy poco tiempo, la discoteca Pacha Ibiza ha protagonizado dos episodios un tanto rocambolescos de los que se han hecho eco los medios de comunicación y que perjudican seriamente su imagen y la de la propia marca Pacha, que es algo que se supone que todo grupo empresarial persigue no solo proteger sino también potenciar. Tras el caso de los bailarines vestidos de agentes de la Policía Local que se hicieron pasar por tales incluso cortando el tráfico en los exteriores del recinto en la Avinguda 8 d’agost de Vila, suceso que obligó a la Fiscalía a tomar cartas en el asunto y a presentar una denuncia en los juzgados, ahora está el del vídeo promocional con balladors de ball pagès, que ha indignado -y con razón- a la Federació de Colles de Ball Popular.

Fondo buitre.
Desde que Grupo Pacha cambio de manos y lo adquirió el fondo de inversión Trilantic Capital se han confirmado los peores augurios y la antaño emblemática empresa fuertemente enraizada en Ibiza y en la sociedad ibicenca parece haber dado paso a la empresa de propietarios desconocidos, a quien nadie pone cara y que no busca ninguna complicidad con el entorno social en el que desarrolla su negocio. No solo eso sino que hace desafortunadas incursiones en el uso de emblemas de la cultura ibicenca que acaban por resultar descaradamente utilizadas para su provecho con notorio mal gusto.

Respeto.
Los responsables de la discoteca Pacha debieran asumir que las cosas se le están yendo de las manos cuando iniciativas quizás bienintencionadas acaban volviéndose en su contra. Y eso pasa por respetar la trayectoria de la marca que fundó el empresario Ricardo Urgell. De lo contrario, Pacha dejará de ser lo que fue para convertirse en una víctima más de empresarios sin escrúpulos.