Decenas de jóvenes se dedican cada tarde en ses Variades a consumir óxido nitroso, más conocido como ‘gas de la risa’, una sustancia que provoca a los consumidores que lo inhalan un efecto similar a la anestesia de un dentista, según cuentan, y los consumidores se sienten «como idos». En definitiva, se trata de una sustancia estupefaciente de efectos limitados que, más allá de que su consumición provoque daños a la salud, crea un problema de limpieza en los municipios donde se vende, además de una deplorable imagen. Y lo peor de todo es que no hay instrumentos legales para acabar con los vendedores de este gas.

Los efectos.
Muchos pueden pensar que aspirar un poco de ‘gas de la risa’ puede tener el efecto similar a una bebida alcohólica, que no es comparable a drogas duras como la heroína o la cocaína, pero los investigadores han advertido que un uso continuado, o una sobredosis, puede provocar desmayos, paros respiratorios, y hasta una degeneración de la médula espinal. Los riesgos, dicen los expertos, aún son mayores cuando el uso del gas de la risa se combina con otras drogas, como los alucinógenos, la cocaína o la marihuana. No estamos, por tanto, ante una cuestión menor ni a la que haya que restar importancia.

Luchar contra la venta.
Lo peor es que poco se puede hacer contra la venta de esta sustancia. El problema con el que se encuentran los agentes de las Fuerzas de Seguridad es que tienen que detener a los vendedores cuando hacen la transacción, y eso muchas veces es muy complicado. Y además, una vez que se pone a los detenidos a disposición judicial, en la inmensa mayoría de ocasiones son puestos en libertad. ¿Cómo es posible que este tipo de gas pueda estar al alcance de cualquiera? ¿No se podría regular su venta de alguna forma? Porque lo que está claro es que la imagen de ses Variades es mucho peor que la que pueden crear los bares del West End. Es tercermundista, lamentable, y nadie puede hacer nada para evitarlo. En definitiva, un desastre.