Ryanair está viviendo momentos complicados por las distintas huelgas convocadas por pilotos y tripulantes de cabina, cansados de vivir en una situación de precariedad laboral que tienen difícil explicación en pleno siglo XXI.

La aerolínea irlandesa, que se ha convertido en la low cost que transporta a más pasajeros de Europa, ni siquiera reconoce a los sindicatos de los tripulantes de Italia, España y Bélgica. Y esgrime que no tiene necesidad de hacerlo porque la sede fiscal de Ryanair está en Irlanda. La realidad es que la compañía se enfrenta a graves problemas laborales y su imagen está cayendo en picado.

Una aerolínea imprescindible.

Ryanair ha conseguido impulsar la conexión aérea entre muchas ciudades que antes no tenían ninguna conectividad. Ibiza ha sido uno de los destinos más beneficiados por esta política de establecer enlaces y además hacerlo a precios muy económicos. Eso es algo indiscutible.

Ahora bien, que haya sabido llevar una política de expansión ambiciosa no justifica las denuncias que están vertiendo sus trabajadores en los últimos días. Los pilotos afirman que son obligados a trabajar con contratos de falsos autónomos, y los tripulantes de cabina son contratados por empresas intermedias con sueldos irrisorios.


Regularizar la situación laboral.

La precariedad laboral no parece el camino más adecuado de una compañía que tiene que seguir creciendo, y que además obtiene grandes beneficios cada año. Por ello debe reconocer a los sindicatos y pagar a sus empleados en base a los convenios laborales de los países en los que opera.

Si Ryanair mantiene su política de precariedad laboral sería conveniente que las autoridades españolas tomen cartas en el asunto y actuar con la máxima contundencia. Por eso sería deseable que se negociase antes de las huelgas y que Ryanair actuase con flexibilidad.