Francina Armengol quiere sacarle el máximo provecho a la presidencia de Pedro Sánchez. No está dispuesta a perder ni un minuto. La jefa del Ejecutivo balear aprovechó ayer su entrevista con Sánchez, justo después del encuentro del inquilino de La Moncloa con el Rey en Marivent, para pedirle que le apruebe lo más rápidamente posible el nuevo Régimen Especial balear. Es comprensible tanta celeridad porque en mayo hay elecciones autonómicas y para Armengol es fundamental que la población pueda comenzar a ceer en las importantes ventajas de mejora para la insularidad. Pero la experiencia del pasado demuestra que toda concesión del Estado llega de manera lenta, limitada y plagada de condicionantes.

Demasiadas decepciones

La aparente receptividad demostrada ayer por Sánchez habría en otros tiempos llenado de ilusión a la sociedad isleña. REB significa ayudas de todo tipo para paliar las desventajas que padece el Archipiélago. Pero son muchos lustros de decepciones. En los años ochenta el Parlament abordó la aprobación de un régimen fiscal propio, que fue abortado sin miramientos por Madrid. En los noventa las Cortes ratificaron un REB balear que en la práctica se convirtió prácticamente en papel mojado porque no fue desarrollado. Otras aspiraciones isleñas, como la cogestión de sus aeropuertos, también han sido impedidas por los Gobiernos centrales de turno. Es lógico, por tanto, el actual escepticismo.

No bajar la guardia

Aunque eran previsibles las buenas palabras y el talante aparentemente abierto de Pedro Sánchez, lo importante ahora es que el Consolat siga insistiendo para alcanzar cuanto antes un compromiso en torno al nuevo REB. De lograrse, probablemente se aprobará con bastante posterioridad al próximo enero, que es el objetivo que se ha marcado Armengol. Pero lo importante es dar pasos hacia adelante sin pensar ni en urnas ni en elecciones, sino sólo en el interés general.