Un fenómeno se está convirtiendo en motivo de preocupación y análisis en todo el planeta: el ascenso de la extrema derecha y de líderes populistas y ultraconservadores. Tal evidencia causa malestar también en España, donde Vox obtuvo un gran éxito de participación el pasado domingo en su mitin de Madrid. Allí intervino Jorge Campos, líder del partido balear Actúa, que no se esconde al afirmar que quiere finiquitar la actual política lingüística del Govern y también desmontar el Estado de las autonomías.

Raíces profundas.
Desde la Austria de Kurtz a la Italia de Salvini, desde los Estados Unidos de Trump al Brasil donde se está imponiendo Bolsonaro, un viento reaccionario recorre el planeta. No es casualidad. Los antiguos partidos vencedores de la Segunda Guerra Mundial gobernaron durante toda la Guerra Fría con el objetivo de frenar el comunismo. Pero este mundo bipolar se acabó hace décadas. Muchos no supieron ver sus consecuencias. Las democracias occidentales se durmieron en sus laureles entre un gran gasto público. Mientras, la inmigración se ha desbordado, los Estados están ahogados por sus deudas y los pueblos buscan sobrevivir mientras se distancian de los grandes organismos internacionales. Es el terreno abonado para la extrema derecha.

Liquidar el pacto constitucional.
Con la conquista del autogobierno hace más de tres décadas las Balears parecen satisfechas con su Estatut. Hay confianza en mantener lo conseguido. Pero para que sea así es preciso afrontar nuevas realidades: el fenómeno migratorio y la radicalización de un segmento social a causa del conflicto lingüístico son factores importantes. Hay malestar por el ascenso de la extrema derecha, que quiere finiquitar el Estado autonómico y por tanto el pacto constitucional de 1978, pero ya vemos que es un fenómeno global que debe ser analizado en profundidad para evitar que proliferen planteamientos radicales.