Ha vuelto ha revivirse la pesadilla en el Levante de Mallorca, en esta ocasión en Sant Llorenç como el punto más castigado por una tormenta originada por una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) –una ‘gota fría’ en términos coloquiales– cuyos efectos han provocado hasta el momento diez muertos y seis desaparecidos, una saldo trágico al que hay que añadir cuantiosísimas pérdidas económicas en toda la comarca. El balance de víctimas es, todavía, inquietantemente provisional. La magnitud del desastre ha conmocionado al conjunto de la sociedad mallorquina y balear, impactada por las imágenes y testimonios de quienes vivieron en primera persona los efectos de la riada.

Tormenta excepcional.
Los expertos confirman la imposibilidad de adivinar el comportamiento de la tormenta, cuyos registros de precipitación fueron excepcionales. La configuración del torrente de Sant Llorenç provocó que éste fuese incapaz de evacuar todo el caudal –que alcanzó un nivel similar al del río Ebro– y el desbordamiento provocó una ola de muerte y destrucción que alcanzó varias localidades hasta alcanzar el mar. Ahora no es el momento de buscar responsabilidades ni de utilizar esta tragedia con fines políticos. Las instituciones –tal y como demanda la sociedad– deben comprometerse en ayudar a las víctimas; esta debe ser la prioridad. Apoyo afectivo y también económico para que la comarca vuelva a sentir que este episodio, entre todos, se podrá superar.

Aprender de la experiencia.
Llegará el momento de analizar en profundidad lo ocurrido en la tarde noche del pasado miércoles y rectificar los posibles errores cometidos. Los reproches a nada conducen en situaciones como la vivida. Sin embargo, hay una prueba que la sociedad mallorquina y balear en su conjunto ha vuelto a superar: la solidaridad. Los ejemplos individuales y colectivos en este terreno siguen demostrando la vigencia de unos valores de los que hay que estar legítimamente orgullosos.