Es una evidencia las personas que llegan a las Pitiusas para conseguir un lugar de trabajo tienen muchas más dificultades de acceso a una vivienda de alquiler que antes de la crisis, como lo es también el incremento de las demandas de ayuda de muchas otras personas, incluidas residentes con puesto de trabajo, para poder vivir en la Isla, ya sea en los Servicios Sociales de los ayuntamientos, ya sea en las ONGs como Cáritas o Creu Roja.

Una coyuntura muy compleja.
La cifras macroeconómicas indican que Ibiza y Formentera, como el conjunto de Balears, han superado la depresión, pero la realidad es diferente, cargada aún de disfunciones. El optimismo empresarial hace que prosiga el flujo migratorio, tanto extranjero como incluso nacional, ya que la población del interior peninsular se está concentrando en Madrid y en las zonas costeras en busca de un futuro mejor. Pero como resultado de la anterior crisis, y eso se ve muy claramente en las Pitiusas, la construcción crece a un ritmo lento, hay muchas más restricciones para acceder al crédito hipotecario, los precios de los arrendamientos se disparan y, encima, el alquiler turístico ilegal sigue proliferando sin control.

Apoyo institucional.
El problema de los sin techo puede ser controlable si las instituciones saben arbitrar ayudas para paliar la situación. Pero podría convertirse en mucho más serio y preocupante si pasa el tiempo sin que se impulsen iniciativas efectivas que sirvan para paliar la situación. Las Administraciones deben encontrar formas para potenciar las actuales ayudas sociales, que ya son importantes. Hay que ser realistas y comprender que la mayoría de los que han venido ya no regresarán a sus lugares de origen. También es necesario pensar en una política de vivienda inteligente, efectiva y que busque la cohesión social. Y eso quizás pase porque haya suelo disponible para construir, algo que ahora mismo no hay en las Pitiusas.