Ibiza y Formentera perdieron durante los once primeros meses del año 2018 alrededor de 40.600 turistas y 672.000 pernoctaciones hoteleras. Se trata de un descenso de visitantes del 1,26 por ciento y del 3,41 por ciento en cuanto a estancias, con respecto al mismo período del año 2017. No estamos ante cifras que sean alarmantes, pero tampoco es inteligente ni prudente ignorarlas, porque suponen un descenso que debe ser analizado. Un descenso que de no ser por el evento de Mercedes-Benz celebrado en los meses de febrero y marzo del año pasado, sería mucho más acusado en cuanto a las pernoctaciones. Pero es obvio que no será fácil atraer cada año eventos de esa naturaleza, con muchos participantes en temporada baja. De modo que conviene analizar las cifras conjuntamente entre la Administración y el sector turístico.

Un baño de realidad.
El discurso triunfalista que se ha estado propagando en los últimos tiempos respecto a la desestacionalización y al alargamiento de la temporada turística se ve comprometido por los datos de la encuesta de gasto turístico Egatur que publica el Ibestat. La temporada alta sigue funcionando muy bien, pero la temporada baja no se comporta tan espléndidamente como se está diciendo. Los meses de octubre y noviembre de 2018 han sido malos. Los datos no admiten discusión. Ocultar esta realidad es incurrir en una irresponsabilidad porque se puede y se debe actuar para que estos indicadores puntuales no se conviertan en una tendencia que se agudice y que sea mucho más complicado corregir.

Hay que actuar.
La incertidumbre que genera el brexit y la pujanza de los destinos competidores del Mediterráneo, con una oferta muy atractiva y más económica, suponen dos aspectos que no pueden infravalorarse. Se pueden hacer cosas y deben de hacerse. Limitarse a decir, como ayer apuntó el presidente del Consell d’Eivissa, Vicent Torres, que no hay motivo de preocupación, no aporta nada y dejar que las cosas se corrijan por sí solas, cuando de ello depende la marcha del motor económico de las Pitiusas, es fiar las cosas al alzar. Y nadie arriesga su economía de forma tan temeraria.