El retraso de un mes y medio en el inicio de la temporada turística con respecto al pasado año confirma, por desgracia, los peores augurios. El retraso en las vacaciones de la Semana Santa y, en especial, el descenso en la demanda por parte de los principales países emisores –Gran Bretaña y Alemania– amenazan el balance final de la principal actividad económica de Balears. Después de unos ejercicios brillantes, el sector hotelero no consigue remontar una ventas afectadas por las turbulencias políticas del ‘brexit’ y, también, por la dura competencia con precios a la baja de otros destinos del Mediterráneo. El escenario que se vislumbra no es en absoluto halagüeño.

Preocupación empresarial.
La manifiesta retracción en las compras, los mercados tradicionales no responden a las pronunciadas rebajas de precios que ya se están aplicando, genera mucha preocupación entre el empresariado hotelero de las Islas. La aplicación de la ecotasa y los aumentos salariales pactados son factores que agravan, todavía más, las incertidumbres que plantea la temporada de este año. Las fuertes inversiones de los últimos años y el esfuerzo por mejorar la calidad de Balears como destino vacacional quedan en entredicho con esta coyuntura adversa, con el elemento añadido de que no es posible adivinar cuánto tiempo durará.

Impacto social.
La demora en el comienzo de la temporada no sólo tiene un efecto sobre la cuenta de resultados de las empresas. El impacto social es grave e indiscutible. Contratos de menor duración, menos tiempo de cotización y, en consecuencia, reducción de las prestaciones por desempleo son circunstancias que afectarán a miles de trabajadores. La de este año no será la primera situación adversa a la que ha tenido que hacer frente nuestra industria turística, pero entre los remedios a plantear no puede figurar una merma de la calidad de nuestra oferta.