Una semana tardó el conseller de Educació, Patrimoni, Cultura i Joventut del Consell d’Eivissa, David Ribas, en dar su versión sobre la crisis en el equipo de gobierno tras la decisión del presidente Vicent Torres de retirarle las competencias del departamento de Deportes al conseller de Guanyem. Demasiados días para acabar cargando la responsabilidad del retraso en la tramitación y pago de las subvenciones a los clubes deportivos en los funcionarios de Intervención y Servicios Jurídicos, que con su «exceso de celo» bloquean y ponen en peligro «el desarrollo de servicios básicos esenciales para la ciudadanía», según explicó Ribas.

Un «secuestro» secreto.
Según el cuestionado conseller, que se considera un «cabeza de turco» por una situación que no solo afecta a su departamento sino a todos en general, el Consell está «secuestrado» y «navega a la deriva» por culpa de algunos empleados públicos que han perdido «la visión» al no tener «trato directo con la ciudadanía». «Es un problema que hay que afrontar como institución y como equipo de gobierno», alertó Ribas. A tenor de las explicaciones del todavía conseller insular, la situación es grave y alarmante, por lo que aún es más inexplicable que tardase siete días en informar a la opinión pública o, aún peor, que no lo hiciera meses antes. Cuesta entender que ante una situación de «secuestro» y de navegación «a la deriva» guardase silencio y no lo denunciase hasta que fue «desautorizado públicamente». Por ello, sus argumentos más parecen una defensa a la desesperada que una explicación creíble de lo que se percibe como una nefasta gestión política a pocas semanas de una cita electoral.

Cese o dimisión.
El presidente del Consell, Vicent Torres, respondió ayer a Ribas lamentando que se ponga en duda el buen nombre de los funcionarios por «intereses electorales» y agradeciendo públicamente su trabajo. Para Torres, el problema radica en el déficit de personal, pero las versiones de Ribas y Torres son divergentes e incompatibles. Si Ribas no dimite, Torres debería destituirle. De lo contrario, se refuerza la sensación de que estamos ante un rifirrafe por la proximidad de las elecciones.