Cincuenta años después de los incidentes con la policía en el bar Stonewall de Nueva York, frecuentado por la comunidad homosexual, la conmemoración del Día Internacional del Orgullo –que agrupa todas las orientaciones sexuales– continúa generando polémica en determinados sectores de la sociedad española. Aunque, afortunadamente, los episodios son cada vez más esporádicos, el ataque homófobo en una hamburguesería de Barcelona difundido ayer en las redes sociales refleja la necesidad de seguir educando en el respeto a la diversidad y la libertad individual. Se trata de unos conceptos que sólo pueden rechazarse desde la intolerancia que practican unos pocos.

Homofobia.
España se sitúa entre los países más avanzados en el reconocimiento legal de las opciones que engloba el colectivo LGTBI+, en las antípodas de otros en los que todavía se persigue y condena con severidad la diversidad sexual. Sin embargo, es preciso dar la voz de alarma ante el resurgimiento de opciones políticas que ponen en este tipo de personas el foco de sus críticas, siempre con la clara intención de menoscabar los derechos conseguidos. El fenómeno no es exclusivo de nuestro país, pero es preciso recalcar el compromiso global de la sociedad española a la hora de declarar irrenunciables los avances logrados en los últimos años en favor de la normalización de cualquier tipo de orientación sexual, siempre que esté basada en el respeto individual.

La educación, pieza clave.
Desde las aulas debe profundizarse en la transmisión de los valores de la tolerancia hacia todas las opciones de las relaciones humanas, superar los prejuicios del pasado para que las nuevas generaciones logren convertir el Día Internacional del Orgullo en una jornada anacrónica, carente de sentido. Queda todavía mucho por hacer, pero esta es una tarea en la que no debería faltar nadie.