La llegada de Boris Johnson como nuevo primer ministro de Gran Bretaña, después de que ayer se hiciera efectiva la de Theresa May, se estrena con su compromiso de hacer efectiva la salida de la Unión Europea el próximo 31 de octubre con un acuerdo mejorado, un extremo desmentido con contundencia desde Bruselas: la Unión Europea no modificará las condiciones ya pactadas. Un abandono unilateral británico de las instituciones comunitarias supone un auténtico caos, con un impacto negativo en ambas partes. Mientras, en Londres aumentan las voces que defienden la necesidad de volver a convocar un referéndum sobre el abandono de la UE, en esta ocasión sobre premisas ciertas para que los votantes dispongan de todos los datos para pronunciarse en uno u otro sentido.

Tres años encallados.
El brexit ya ha cumplido tres años en los que Gran Bretaña ha sido incapaz de hacer efectivo su salida de la Unión Europea, período en el que las principales fuerzas políticas –conservadores y laboristas– han generado un auténtico embrollo que son incapaces de resolver. Los precedentes populistas de Johnson no hacen suponer un cambio sustancial de la situación, al contrario. En este sentido no puede pasar inadvertido en comentario del anterior premier David Cameron, también conservador, que vaticina que no hay otra salida que una nueva convocatoria electoral, así como de un nuevo referéndum.

Sigue la incertidumbre.
Boris Johnson tratará de ganar tiempo, en opinión de los analistas, para intentar romper el bloque de la Unión Europea. La estrategia no tiene visos de resultar efectiva a tenor de la contundente respuesta obtenida desde Bruselas. El primer ministro británico tiene, a su favor, los apoyos de Estados Unidos y Rusia, cuyos mandatarios se han apresurado a celebrar la llegada al número 10 de Downing Street. Un pulso de incierto final en el que es mucho lo que tiene en juego Europa. Mientras tanto, la economía pitusa y balear, enormemente dependientes del turismo británico, seguirá con la incertidumbre sobre la conclusión de este culebrón que ya dura demasiado.