La llegada de Boris Johnson al número 10 de Downing Street ha convulsionado los mercados financieros con su anuncio, en apariencia irreversible, de salida de la Unión Europea el próximo 31 de octubre, con o sin acuerdo. El desplome de la cotización de la libra esterlina, casi a la par con el euro, ha desincentivado las contrataciones de los paquetes turísticos de último momento; un segmento vital para las Pitiusas y para las Balears en general, en una temporada tan atípica como la actual. El mercado británico es especialmente sensible a estas fluctuaciones de su divisa, acostumbrado a tener siempre un cambio muy favorable. La posición tan radical del premier también ha tenido otros efectos colaterales y ha arrastrado a las Bolsas europeas, muchas de las cuales cerraron el mes de julio con bajas significativas.

Demasiadas incógnitas.
Aunque Johnson hace gala de una gran firmeza, que muchos califican de temeraria, respecto a la salida de la Unión Europea, lo cierto es que Bruselas no ha variado ni un ápice sus condiciones pactadas con el equipo de May. En esta línea sorprende que el nuevo primer ministro aseguró en su visita a Irlanda del Norte que el brexit no supondrá ningún cambio en las actuales condiciones fronterizas con Irlanda, uno de los puntos que –precisamente– la UE desmiente en el caso de que se materialice el abandono de las instituciones comunitarias. La desconfianza respecto a las promesas del nuevo Gobierno han quedado patentes con la reacción negativa de los mercados.

Un pulso político.
Todavía es una incógnita respecto al final del desafío político que Boris Johnson plantea desde el primer día a la Unión Europea, aunque de momento no parece que esté modificando el escenario respecto al planteamiento del ‘brexit’. El fin del plazo marcado para octubre se aproxima sin que ninguna de las partes flexibilice sus posiciones, un escenario que tiene como único factor coyuntural el abaratamiento del acceso a Gran Bretaña con euros en el bolsillo.