Vaticinar que la economía balear crecerá el próximo año un 2,1 por ciento, como aseguró ayer el titular de la Conselleria de Turisme i Treball, Iago Negueruela, puede ser un claro ejercicio de voluntarismo si se tienen en cuenta las numerosas amenazas que se ciernen sobre sectores estratégicos para Balears. En primer lugar, y sin ningún genero de dudas, las incógnitas del impacto del ‘Brexit’ generan una más que justificada inquietud. Sin embargo, no es ésta la única preocupación. El motor económico de la Unión Europea –Alemania– da síntomas de agotamiento y los destinos turísticos competidores de las Islas siguen con su política de abaratar precios. Más allá están las pugnas económicas de Estados Unidos y China, cuyas consecuencias pueden ser de ámbito mundial.

Un mensaje optimista.
Sorprende que frente a un panorama tan sombrío, el conseller Negueruela haya lanzado un mensaje tan decididamente optimista. Según los cálculos del Govern, el PIB balear adelantará al 1,6 por ciento de la Unión Europea y al 1,9 por ciento del conjunto de España. Todo un mensaje tranquilizador a empresarios e inversores que cabe esperar quede corroborado por la realidad, la auténtica prueba del nueve de este tipo de anuncios. En todo caso, no hay duda de que el Govern confía en que las posibles adversidades económicas del futuro se podrán resolver de manera favorable o que, llegado el momento, la fortaleza de la economía balear superará con éxito la prueba.

Escaso margen de maniobra.
El Govern tiene una capacidad de incidencia en la economía balear muy limitada, más todavía si se perpetúa durante varios meses más la interinidad del Gobierno central. La redacción de los Presupuestos autonómicos del próximo año está comprometida por esta misma parálisis, mientras que sobre el resto de las cuestiones no hay apenas posibilidad de torcer el rumbo de los acontecimientos.