La enorme población flotante que soportan las Balears, consecuencia de la importante presencia de turistas, explica el indeseable liderazgo en la generación de residuos por habitante. La cifra es importante, 763,5 kilos anuales, pero todavía es más grave el escaso peso que tiene la recogida selectiva. Un más que significativo es el 82,3 por ciento de los desperdicios se arrojan directamente al rechazo, sin ningún tipo de discriminación previa. El panorama es desolador, en las Pitiusas ningún municipo tiene implantada de manera significativa la recogida selectiva frente a los también alarmantemente bajos 12 municipios de Mallorca.

Toma de conciencia.
Hay dos vías en los que la Administración debe diseñar estrategias más eficaces. La primera debe ser, sin duda, con campañas que acentúen la toma de conciencia ciudadana sobre las ventajas medioambientales y económicas que tiene la recogida selectiva. El compromiso en esta materia debe ser colectivo. Por otra lado está la necesidad de ofrecer un marco legislativo que penalice el uso innecesario de elementos contaminantes, en especial con los plásticos y otros derivados del petróleo. En los últimos tiempos han proliferado ejemplos aberrantes de envoltorios y paquetería. En la mayoría de los casos hay alternativas mucho menos agresivas con el medio ambiente.

Compromiso institucional.
Hay un último aspecto que debe tenerse muy presente. Todo el esfuerzo divulgador y concienciador fracasará en la medida que al ciudadano se le pongan obstáculos y dificultades. Los puntos verdes están, en muchos casos, sucios o abandonados por los propios ayuntamientos. En algunos casos su operativa es compleja e incómoda para los usuarios. Su número es claramente insuficiente. Es probable que estas deficiencias hagan desistir a muchos ciudadanos en su voluntad de fomentar el reciclaje de los residuos. Hay, por tanto, un elevado grado de responsabilidad institucional en este indeseable liderazgo de Balears.