Las relaciones de España con el Sáhara provienen de la época colonial. La población fue abandonada y el territorio desafectado tras la muerte de Franco en 1975. Extremadamente hábil, Hassan II se anexionó el Sáhara con su ‘Marcha Verde’. Desde entonces existe en el imaginario español una ‘mala conciencia’ con esta región, como lo demuestra el hecho de que asociaciones de voluntarios llevan a cabo labores humanitarias en los campamentos saharauis con la ayuda de las instituciones públicas. Entre estos se encuentra el de Tinduf, en territorio argelino, cuyos niños realizan cada verano prolongadas estancias con familias de Balears.

Presencia terrorista.
Sumidos en el olvido de la opinión pública internacional, los saharauis recobran ahora la notoriedad porque en sus enormes fronteras podrían refugiarse terroristas. Huidos de la debacle siria, los yihadistas han conseguido cuartear Argelia e intentan desestabilizar Mali con el desierto como campo de operaciones. De Bamako llegan constantes noticias de asesinatos y barbaries en los pequeños poblados fronterizos. Las ONU ha destinado tropas de pacificación, que encuentran dificultades extremas para conseguir sus objetivos.

Aviso de «atentado inminente».
La infiltración terrorista en estos territorios preocupa a las autoridades españolas, que ayer avisaban del «riesgo inminente» de un atentado yihadista contra sus ciudadanos en el Sáhara Occidental. Hay que recordar que en Tinduf, en 2011, fue secuestrado el cooperante mallorquín Enric Gonyalons junto a dos voluntarias. Su cautiverio se prolongó durante 270 días agónicos y se atribuyó a posibles delincuentes comunes. Ahora la situación es todavía peor. Ni#Argelia ni Mali ni Marruecos -al que injustamente se acusa de intentar sacar provecho de esta situación- pueden garantizar la seguridad. Es prudente, entonces, que el Gobierno de España prevenga a sus ciudadanos ante el terror yihadista.