La dureza de las imágenes de algunos hospitales italianos, en especial los situados en la zona de la Lombardía, reflejan el severo impacto que está teniendo en el país con el que Ibiza y especialmente Formentera tiene una intensa relación la epidemia de coronavirus. El sistema sanitario ha quedado desbordado, incapaz de atender el auténtico alud de infectados que se acercan a los hospitales. La cifra de fallecidos ya supera las víctimas mortales de China –las últimas cifras ya se sitúan por encima de los 3.400– , dato que refleja la magnitud de la propagación de la COVID-19. El Ejército tiene que trasladar los féretros a otras regiones para poder proceder a su incineración para solventar el colapso actual. España está luchando contrarreloj para no correr la misma suerte.

Situación límite.
El ritmo de crecimiento de la tasa de contagios en Italia está siendo casi exponencial, un proceso en el que, por el momento, nadie del colectivo de expertos es capaz de vaticinar cuándo se superará el pico. Frente a esta situación, que no es exagerado calificar de apocalíptica, no hay duda que el actual estado de confinamiento deberá ser prorrogado; una decisión que se considera inminente por parte del Gobierno de Giuseppe Conte. En paralelo, distintas instituciones italianas reclaman un endurecimiento de las sanciones para quienes se saltan la cuarentena.

Una lección de la que aprender.
La comparación de la evolución en España de la propagación del coronavirus con Italia resulta, a estas alturas, inevitable. El estricto cumplimiento de las normas de confinamiento que figuran en el decreto de estado de alarma son, por el momento, la única opción posible para evitar el desastre; el caos definitivo del nuestro sistema de sanidad. No caben a estas alturas establecer diferencias entre los servicios públicos y los privados, no hay ningún modelo capaz de gestionar una situación de crisis sanitaria como la que vive estos días Italia. La aportación personal de cada uno de nosotros será decisiva en el resultado final.