La junta de portavoces y la Mesa del Parlament fue incapaz, durante la mañana de ayer, de pactar una rebaja en el sueldo de los diputados. La petición la habían formulado los grupos Més, Proposta per les Illes y Podemos. El resto de formaciones, PSIB, PP, Cs y Vox se han mostrado reticentes hasta el punto de aplazar una decisión hasta un próximo encuentro; las discrepancias eran demasiado profundas para alcanzar un acuerdo. Este primer capítulo, el asunto no se puede dar todavía por cerrado, muestra la absoluta miopía con la que la mayoría de nuestros representares políticos analiza la severísima crisis –sanitaria, social y económica– en la que se encuentra inmersa Balears. Su empatía con la ciudadanía es, lamentablemente, inexistente.

Una realidad ajena.
El electorado balear no puede ocultar su indignación ante la negativa a imponerse recortes por parte de nuestros diputados autonómicos, una representación política que no cesa de reclamar sacrificios a los ciudadanos –desde el confinamiento a la aplicación de ERTEs masivos– mientras que, como colectivo, se niega a renunciar a parte de sus emolumentos. La lectura de lo que está sucediendo más allá de la Sala de las Cariátides da la impresión que no les compromete; la magnitud de lo que está sucediendo no da para acordar un simple gesto de solidaridad. Cuando se plantea el descrédito de la política y los políticos es preciso recordar episodios como éste.

Rectificación inmediata.
La próxima semana el tema volverá a ser debatido entre las diferentes fuerzas políticas. Cabe suponer que con este decalaje temporal, los líderes de las diferentes formaciones políticas habrán podido tomar conciencia de una actitud que ellos tendrían que haber encabezado. Ellos ya se han situado a la cola de la solidaridad, de quienes, desde hace semanas, se enfrentan cara a cara contra el Covid-19. Ellos han decidido no hacerse merecedores de ni un solo aplauso.