Tanto el Govern, por medio del conseller de Model Econòmic, Treball i Turisme, Iago Negueruela, como el director técnico de la Fundació Impulsa, Antoni Riera, dieron a conocer ayer sus respectivas proyecciones económicas para Balears como consecuencia del impacto de la pandemia de la COVID-19. Ambos trabajos auguran un futuro de nefastas consecuencias, tanto por lo que se refiere al impacto sobre el PIB balear –que podría llegar a caer más del 30 por ciento– y al mercado laboral, con una cifra de desempleados que se contará por centenares de miles. El escenario global es, sin paliativos, demoledor en la práctica totalidad de sectores y en especial sobre el turismo; en el mejor de los escanerios sólo se le atribuye una recuperación del 25 por ciento respecto a la temporada del pasado año.

Demasiadas incógnitas.
Hasta el momento, como admite el conseller Negueruela, se trabaja sobre meras hipótesis ya que poco o nada se sabe de los planes de descofinamiento que se aplicarán en España y en mucha menor medida en los países que son nuestros principales mercados, Alemania y Gran Bretaña. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, recomendó no hacer planes para las vacaciones de julio y agosto; toda una advertencia y un jarro de agua fría para quienes creían que podría salvarse parte de la temporada alta.

El turismo doméstico e internacional.
Sin ninguna previsión de la apertura de los puertos y aeropuertos al tráfico de pasajeros, la economía balear quedará en una situación insostenible a medio y largo plazo. Sólo durante este primer mes de confinamiento las pérdidas han alcanzado los 612 millones, el 2 % del PIB. La prolongación ahonda la crisis hasta alcanzar la depresión. Quedan por delante semanas decisivas, tiempo en el que deben aclararse los plazos para el progresivo levantamiento del confinamiento en nuestro país, también en el resto de Europa. Será el momento de tomar decisiones y reclamar las ayudas necesarias.