La encuesta correspondiente al segundo trimestre del año sobre la confianza empresarial, que realiza el Instituto Nacional de Estadística (INE), revela el claro desplome de los índices; que en el caso de Balears adquiere una especial gravedad. Los datos se corresponden con los tiempos de incertidumbre actuales, un periodo en el que todos los análisis muestran la versión más negativa de una crisis que ya se ha instalado en la economía mundial. Los empresarios de las Islas hunden un 33 por ciento sus perspectivas, cinco puntos más que en el conjunto del Estado. En los sectores turístico y transporte la caída es todavía más acentuada, un 42,5 por ciento.

Una crisis sin precedentes.
El golpe del COVID-19 no deja ningún resquicio, la recesión alcanza a todos los mercados y a todas las actividades. Ningún país, ningún régimen político, queda al margen del tsunami que arrasa la economía a nivel planetario. Frente a esta coyuntura, la reacción del empresariado insular es, cuando menos, lógica. La dependencia del turismo, otrora tabla de salvación frente a los períodos de recesión, ahora se muestra como un punto débil a la hora de salir de una crisis con la que es imposible establecer un paralelismo en los últimos cien años.

Variables determinantes.
En una reciente entrevista al premio Nobel de Economía Finn Kydland en La Vanguardia vaticinaba una rápida recuperación del pulso económico, tesis condicionada a la duración del parón actual y de la capacidad de retención del capital humano por parte de las empresas. En su análisis advierte de que en esta crisis no hay un sector financiero deteriorado, ni una destrucción asociada a un conflicto bélico, premisas ciertas que, no obstante, han de contextualizarse con la falta de garantías sanitarias para hacer frente al Covid-19 hasta que se logre la ansiada vacuna. En todo caso, la cautela no sobra frente al catastrofismo coyuntural. De lo que no hay duda alguna es que todavía quedan muchas dudas por despejar, lo que alimenta el desánimo ante un futuro incierto y cada vez más descorazonador en el plano económico.