Ibiza y Formentera dieron ayer un paso importante en la lucha contra el coronavirus al entrar en la fase de test masivos, noticia que coincide con la entrada de Formentera en la fase 1 de desescalada. Todos los pasajeros que embarcaron con destino Formentera fueron sometidos a un test rápido con el objetivo de evitar el traslado de personas infectadas de coronavirus. Los test rápidos utilizados sirven para identificar a aquellos ciudadanos asintomáticos con anticuerpos, es decir, quienes son sometidos después a un análisis PCR para determinar si ha de superar la cuarentena o bien ya no supone riesgo de contagio.

Interrogantes.
A pesar del retraso, se trata de una muy buena noticia que merece el aplauso al Govern, que por fin ha atendido una propuesta reclamada en reiteradas ocasiones por el Consell d’Eivissa y el de Formentera. La operación no está, sin embargo, exenta de interrogantes. El Govern ocultó de forma deliberada a la opinión pública los controles hasta el domingo, a pesar de que el jueves ya había tomado la decisión. Además, camufló el blindaje de Formentera en el marco del estudio autonómico de seroprevalencia de cuyo diseño nada se sabe. Ocultar primero y enmascarar después generan desconfianza en las autoridades cuando más necesaria es la transparencia y la sensación de control de la situación.

Prueba piloto.
Es anecdótico que se haya hecho coincidir el control con test rápidos con la entrada de Formentera en la fase 1, ya que la movilidad sigue restringida entre ambas pitiusas. Tampoco es de recibo que no haya fecha para hacer los mismos controles en el aeropuerto, donde llegan a diario decenas, sino centenares, de pasajeros. Los test rápidos en los aeropuertos son la única esperanza que mantiene el sector turístico para que los turistas puedan viajar con seguridad a Baleares este verano, por lo que experiencias como la que arrancó ayer son vitales para nuestro futuro y merecen los máximos esfuerzos por parte de todos los agentes implicados.