Tras los confinamientos parciales en cuatro barriadas de Palma, que anoche comenzaron a implantarse, la Conselleria de Salud ha lanzado otro paquete de restricciones para tratar de contener el índice de contagios de la COVID-19 en las Baleares. El objetivo, ahora, es afrontar con coherencia las prevenciones en los centros escolares y el ocio infantil en el ámbito familiar. El cierre de las áreas de juegos en los parques y jardines públicos, durante las próximas dos semanas, así como las reducciones de aforos en los centros de esplai, excursiones, celebraciones, ... conforman un escenario muy similar al que ya se vivió durante el estado de alarma; el avance de lo que es la incuestionable segunda ola de la pandemia obliga a endurecer y ampliar las medidas de control.

Planes confusos.
Las decisiones de la Conselleria de Salud acaban generando el efecto anímico contrario al que se debería pretender, que no tendría que ser otro que transmitir certezas para tranquilizar a la población. Sin embargo, las comunicaciones parecen derivar de una improvisación preocupante, circunstancia que revela una ausencia de planificación previa frente a un fenómeno –la segunda ola– anunciada por los expertos desde hace meses. Baleares no es una excepción en este escenario, pero tampoco es menos cierto que los datos que se acumulan día a día son, en estos momentos, poco esperanzadores.

Pandemia sin precedentes.
Esta epidemia de COVID-19 no tiene precedentes recientes en todo el mundo, una premisa que complica, sin duda, la toma de decisiones. Sin embargo, los ciudadanos asisten incrédulos a una catarata de acciones que requieren importantes dosis de confianza con los gestores públicos. Hay que evitar, por todos los medios, la ruptura de este vínculo imprescindible con los responsables sanitarios en una circunstancias tan complejas como las actuales. Los últimos perjudicados son los más pequeños.