La localización de trece pateras, dos de ellas en Formentera, con 198 inmigrantes a bordo cuando se dirigían a Balears abrió ayer un escenario inédito y motivó que la delegada del Gobierno, Aina Calvo, declarase que esta llegada masiva, sin precedentes en el archipiélago, traslada la realidad del proceso de migración a nuestras Islas. «Un número de personas histórico», aseveró Calvo, quien admitió que «esta situación nos obliga a analizar si se mantiene o consolida para dotarnos de otros sistemas de acogida». Otro aspecto a valorar consiste en que por primera vez han llegado a Balears migrantes de Mali, si bien todos los rescatados ayer en aguas de Formentera y Mallorca habían iniciado su aventura -con final incierto- desde Argelia.

Estación de paso hacia el destino final.
Formentera no es el destino final de estos emigrantes, sino distintos países de la Unión Europea, una vez hayan sido trasladados a la Península. Las restricciones para impedir la propagación del coronavirus que han motivado la suspensión de la mayoría de vuelos y rutas marítimas con los países del norte de África, complican extraordinariamente su expulsión fuera de España. Tampoco pueden permanecer recluidos de forma indefinida en centros de internamiento, lo que acaba propiciando su llegada mayoritaria a territorio francés y belga.

Europa: nueva tierra de promisión.
Los países europeos se han convertido en la nueva tierra de promisión para estos emigrantes que se mueven impulsados por motivos económicos con el objetivo de obtener ingresos y mejorar su situación. Europa es el sueño y el objetivo a alcanzar desde Formentera, plataforma de desembarco, para después continuar el viaje. Saben que Europa, golpeada por el invierno demográfico, ha envejecido y necesita personas jóvenes. Pero todo ello implica modular la capacidad de acogida y gestionar esta migración de forma regulada y ordenada. Es un problema de ámbito europeo, y por tanto, la solución deben aportarla las instituciones comunitarias.