La presidenta del Govern balear, Francina Armengol, volvió a dar muestras ayer del desprecio habitual con el que trata a los ibicencos durante el acto de colocación de la primera piedra de la Escuela de Hostelería, ya que reiteró su negativa a que dicha infraestructura sea financiada íntegramente por la Comunidad Autónoma. Se limitó a recordar que los compromisos se cumplen y a fiar a que esta infraestructura acabe siendo sufragada con los fondos de resilencia europeos. No hay precedentes en la comunidad de que otros consells insulares hayan cofinanciado infraestructuras que son competencia autonómica, como es el caso, ya que el Consell d’Eivissa no recibe fondos para financiar ni Educación, ni Turismo, ni Trabajo.

Error de Vicent Torres.
El anterior presidente del Consell d’Eivissa demostró una nula capacidad de negociación y un escaso espíritu reivindicativo al aceptar que la primera institución ibicenca asumiera parte de los costes de inversiones que el Govern debe acometer en solitario con fondos propios. Aquellos acuerdos fueron un error, además de lesivos para los intereses de los ibicencos, por mucho que tuvieran la virtud de acelerar inversiones que deben ser financiadas íntegramente por quien ostenta las competencias. Esta errática forma de proceder sienta, además, un peligroso precedente. Que el Consell d’Eivissa tuviera decenas de millones acumulados en los remanentes por la incapacidad de gestión de sus gobernantes no justifica la aportación de 3,1 millones de euros a la Escuela de Hostelería, ni tampoco la negativa de Armengol.

Deuda histórica.
Este capítulo se suma a la lista de agravios y a la deuda histórica que mantiene la Comunidad con esta isla y que debe ser corregida en cuanto la situación financiera lo permita. El déficit de inversiones en infraestructuras hídricas, sanitarias, educativas y de otro tipo, como el Centre Bit, de competencia autonómica es clamoroso. No ayuda a que las reivindicaciones del presidente del Consell d’Eivissa, Vicent Marí, sean atendidas que socialistas y podemitas ibicencos antepongan los intereses de sus partidos a los generales de la isla. Todos los partidos deberían remar en la misma dirección para revertir una dinámica muy perjudicial.