Poco ha durado la satisfacción de que Formentera hubiera conseguido doblegar la segunda ola de la pandemia al ser territorio libre de virus durante cinco jornadas a principios de mes. Después de detectar algunos casos aislados a los pocos días, uno de ellos gracias al cribado voluntario del puente de diciembre, ayer Salud anunció un brote familiar con 11 infectados, además de otros dos nuevos casos más, el peor día desde el inicio de la pandemia. Este paso atrás motivó la rápida reacción de la presidenta del Consell de Formentera, Alejandra Ferrer, quien advirtió a la población de que, en el caso de que se descontrole todavía más la situación, las autoridades sanitarias endurecerán las medidas. Esta situación es un toque de atención para todos porque evidencia que el virus no ha sido derrotado y que no caben relajaciones ante la mejora experimentada, máxime a pocos días de las fiestas de Navidad.

El Govern confía en la sensatez.
La consellera de Salud, Patricia Gómez, se limitó ayer a recomendar la residentes en el exterior que no vuelvan a casa en Navidad y descartó, de momento, aplicar medidas más restrictivas que las actuales, algo que no se entendería en Ibiza y Formentera. La exigencia de una PCR negativa en los puertos y aeropuertos se considera una barrera de contención suficiente. Para reforzar esta estrategia, se ha incrementado la red de centros en los que estos pasajeros se pueden realizar las pruebas de manera gratuita en sus puntos de origen, un operativo que está siendo fuente de críticas por la improvisación y la dificultad para conseguir una cita en las fechas deseadas.

Responsabilidad ciudadana.
El control de puertos y aeropuertos es un cortafuegos para los ciudadanos de Ibiza y Formentera que, si no se disparan los contagios como en el día de ayer, han logrado reducir la transmisión del virus gracias a las restricciones de los últimos meses. Cabe apelar, en cualquier caso, a la responsabilidad de los residentes y de los visitantes para que no se produzca una tercera ola.