El extesorero del PP, Luis Bárcenas, volvió ayer al banquillo de los acusados en la Audiencia Nacional por el presunto pago, en dinero negro procedente de la ‘caja B’ del partido, de los 880.000 euros que costó la reforma de su sede en la calle Génova de Madrid. Bárcenas vuelve a poner al Partido Popular contra las cuerdas y lo sitúa frente al espejo de su propia corrupción. Más allá del escándalo de si los pagos opacos de empresarios afines se destinaron a pagar las obras de la sede central, el interés mediático y político está puesto en el escrito remitido por Bárcenas a la Fiscalía en el que implica a Mariano Rajoy con el que quiere mantener un careo.

El PP de antes y de ahora.
El actual líder del PP, Pablo Casado, ha retado al extesorero a aportar pruebas y declara que «no tratará con delincuentes». Casado intenta zafarse de la sombra del pasado que lo atrapa al afirmar que Bárcenas «no tiene ninguna credibilidad», que «lleva mintiendo diez años» y que «ese PP ya no existe, porque fui elegido para pasar página de cualquier conducta no ejemplar en el partido». Pero de inmediato, el ministro José Luis Ábalos, secretario de Organización del PSOE, emplaza Casado a «explicar los ‘tejemanejes’ que este PP se trae con su extesorero» y recalca que «no es otro partido, sino el mismo». «Es el partido de los papeles de Bárcenas y de la ‘caja b’», proclamó.

Una pesada carga.
Para Pablo Casado el ‘caso Bárcenas’, del que se declara «harto», constituye una pesada carga que erosiona la credibilidad de la formación que lidera y daña su imagen. Admitiendo la voluntad de regeneración que sostiene Casado, es preciso llegar al fondo de este feo asunto, que salpica e incomoda a un partido que desempeñó el Gobierno de España. Ello implica depurar responsabilidades sobre la presunta financiación ilegal del PP entre 1982 y 2009, así como la relación con empresas beneficiarias de importantes adjudicaciones públicas.