Con los arribados ayer son casi 2.200 los inmigrantes que de forma irregular han llegado este año a las costas de Baleares, centenares de ellos vía las costas de Ibiza y Formentera, principalmente. Las cifras confirman por sí mismas la existencia de una consolidada ruta de inmigración ilegal entre Argelia y el Archipiélago, debidamente gestionada por mafias que trafican con la desesperación de la población local y su sueño de una presunta vida mejor en Europa. Un ideal de bienestar que, en absoluto, casa con la realidad con la que se topan posteriormente, lo que no impide que se jueguen la vida e inviertan los pocos ahorros con los que cuentan sus familias.

El papel de Argelia.
Tras la llegada en 48 horas de una veintena de embarcaciones con aproximadamente 350 personas a bordo, el ministro del Interior sostiene que en el Gobierno «no hay ninguna preocupación extraordinaria» por la avalancha de inmigrantes. Unas declaraciones relativizando la situación en la línea con las pronunciadas por el ministro de Interior, Grande–Marlaska, en agosto cuando la llegada constante de pateras era una realidad indiscutible. «No hay ningún problema a resaltar. Baleares cuenta con las infraestructuras precisas y necesarias para dar respuesta», razonaba entonces.

Vuelven las devoluciones.
El Gobierno vuelve a tramitar las expulsiones de los inmigrantes argelinos que los tribunales habían paralizado de facto, con el argumento de que no podía ser internados de forma indefinida en los Centros de Internamiento para Extranjeros (CIE), ya que Argelia tenía las fronteras cerradas y no aceptaba las devoluciones. El cambio de postura del gobierno argelino facilita las expulsiones a su país de origen y evita que los inmigrantes ilegales se queden en Europa de forma irregular, lo que no frenará la llegada, si bien contribuirá a reducir el atractivo para los inmigrantes que asumen el riesgo de una travesía a sabiendas de que pueden acabar al cabo de unas semanas en su país de origen.