La incorporación del reconocimiento de los costes de la insularidad en el sector primario de las Islas en el futuro texto de la Política Agraria Común (PAC) es un éxito sin precedentes de todas las organizaciones agrarias, junto con la Conselleria de Agricultura, tras décadas de negociaciones con el Gobierno central. Bruselas reconocerá, por fin, los sobrecostes con los que deben trabajar nuestros agricultores y ganaderos y que, por tanto, son merecedores de un trato diferenciado en los planes de ayudas al sector. El anuncio supone un enorme salto cualitativo y cuantitativo para el campo balear, que puede encarar el futuro con más garantías de supervivencia.

La competitividad.
Aunque sea con una escueta frase, el que el factor de la insularidad se incorpore a la Política Agraria Común de la Unión Europea es la vía que debe garantizar la competitividad de la actividad agrícola en Baleares; siempre desde unos parámetros de rentabilidad de las explotaciones. En unos momentos en los que el debate sobre la diversificación de nuestra economía es una cuestión inaplazable, el acuerdo sobre la PAC adquiere una enorme trascendencia. El campo tiene, a partir de ahora, una oportunidad única para recuperar un protagonismo económico que nunca debió perder y que, en todo caso, es preciso reequilibrar.

Buena planificación.
Superados los obstáculos políticos en Madrid y Bruselas, en los que el papel de la Conselleria ha sido determinante, es el momento de reorientar el sector primario para que deje de tener el papel testimonial en la actividad económica de Balears. Se abren nuevos horizontes que se habían abandonado o, sencillamente, se consideraban inalcanzables por la incapacidad de poder ser competitivos con las producciones del exterior. Nuestra agricultura y ganadería está en condiciones de crecer, todo un reto para las futuras generaciones.