Con la apertura de citas para vacunar a los ciudadanos de Baleares de entre 40 y 49 años con una nueva dosis de refuerzo, el Govern da un salto cualitativo en la campaña de inmunización. Aunque, como es obvio, jugará un papel determinante la responsabilidad individual de cada uno a la hora de entender que con la vacunación la sintomatología provocada por la COVID–19 es notoriamente más leve y, lo más importante, contribuye a evitar la saturación de las unidades de cuidados intensivos de nuestros hospitales y salva de la muerte a los más vulnerables.

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Mayor protección.
La opción de que los residentes baleares de entre 40 y 49 años puedan desde ayer mismo pedir hora para una tercera dosis no es una cuestión menor. Si alguna conclusión empieza a poder sacarse de la sexta ola desatada por las variantes delta y ómicron es que el contagio entre personas con inoculaciones de refuerzo es más bajo que entre los individuos que hasta ahora no contaban con ella. Ni que decir en comparación con los que sólo cuentan con pauta incompleta o los que aún se resisten a la vacuna o directamente la desprecian poniendo en riesgo el buen funcionamiento del sistema sanitario y, sobre todo, sus propias vidas.

Progenitores e hijos.
Más allá de la efectividad de la dosis extra frente a las nuevas variantes, el acceso a ella de los nacidos entre 1973 y 1982 procura refuerzo inmunológico y mayor protección frente al virus entre un segmento social de peso demográfico notable y, sobre todo, a una población activa que es la que estira del carro del empleo y la economía. También se trata de una generación, en muchos casos, con hijos menores de 12 años. Un grupo ciudadano en el que, en Baleares, el ritmo de vacunación avanza de modo deficiente. Demasiados de los progenitores ahora llamados para una tercera dosis se muestran renuentes a la hora de vacunar a su familia. Extremo incompresible e irresponsable.