Da la impresión de que en las últimas horas las posturas de Rusia y Ucrania se han flexibilizado. Es una circunstancia que abre una nueva opción al fin de la ofensiva militar rusa, que no deja de acumular víctimas civiles. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se niega a dar por cerradas las negociaciones con Moscú tras el último encuentro en Bielorrusia cuando ya se han cumplido dos semanas del inicio de la guerra. Por otra parte, hoy está previsto que en la ciudad turca de Antalya se reúnan los ministros de Asuntos Exteriores de Rusia y Ucrania, Serguéi Lavrov y Dimitro Kuleba, respectivamente, una cita que eleva el nivel de la negociación para encontrar una salida al conflicto.

La neutralidad de Ucrania.
Las exigencias de Vladímir Putin para salir de Ucrania están vinculadas a la anexión de la península de Crimea y las regiones rusófonas, además del veto a la incorporación del país a la OTAN. Cabe recordar que en 1994 Ucrania aceptó la cesión de su arsenal nuclear a Rusia a cambio de su protección militar, un acuerdo que Putin ha violado en todos sus extremos. La defensa heroica del Ejército y de la población civil no es suficiente para frenar las tropas rusas, cuyos bombardeos no discriminan ningún tipo de objetivo civil o de población indefensa. Es una sangría que Zelenski parece que está dispuesto a detener.

El aislamiento de Rusia.
La posición de Rusia en esta guerra no es sencilla. Su indudable victoria militar llevaría aparejada la prolongación del aislamiento internacional que sufre, además del grave problema añadido de controlar un pueblo dispuesto a defender a cualquier precio su independencia. Los puntos débiles de Putin son claros: la firmeza y la unidad del bloque occidental y la falta de apoyos internos en Ucrania. Los cálculos del Kremlin han fallado en ambos puntos. Ahora sólo cabe esperar el resultado de las negociaciones.