El Banco Central Europeo acaba de anunciar la segunda subida de tipos de interés en este año: en julio fue del 0,50 por ciento y ahora los ha incrementado en un 0,75 por ciento. Con esta medida endurece el acceso de las familias y las empresas a la financiación al encarecer los préstamos, con especial impacto sobre las hipotecas. Al mismo tiempo los ahorradores verán crecer la rentabilidad de sus depósitos. Con la restricción de la liquidez el BCE quiere reducir una inflación que ahora mismo está descontrolada en la zona euro, y con una persistencia e intensidad que no habían previsto los analistas. Como gestor de la política monetaria en la eurozona, el Banco Central Europeo debe actuar ante la crisis energética, los desajustes en las cadenas de suministro y la guerra de Ucrania que han disparado los precios, pero en la sala de máquinas del BCE se han impuesto las tesis de los halcones monetarios con el mayor aumento de los tipos de interés en la historia del banco central.

Dudas sobre la eficacia y oportunidad

Esta severa medida está siendo cuestionada porque implica el riesgo de enfriar la economía en la UE. También plantea dudas sobre la eficacia y oportunidad de esta dureza monetaria para bajar los precios de la energía y los alimentos. La ortodoxia advierte que si el BCE quiere controlar la espiral inflacionista deberá aumentar más los tipos de interés, lo que reducirá el consumo y las inversiones. Un escenario con sombras que abre las puertas de la recesión por la caída de la actividad empresarial y más paro.

El riego de la sobreactuación

La gran cuestión consiste en si el BCE incurre en una sobreactuación al cortar la reactivación pospandémica y cuando soportamos elevadas tasas de desempleo. La ralentización de la actividad en todos los sectores y el enfriamiento de la economía serán algunas de las consecuencias de esta subida de los tipos de interés. Pero desconocemos si logrará el objetivo principal: someter la inflación a corto plazo.