Con el tráfico ilegal de cocaína ha pasado como con los cigarrillos industriales, que tienen más aditivos artificiales que tabaco puro. Y eso que hubo una época en que tanto Sigmund Freud como Sherlock Holmes podían comprarla en la farmacia; y Ramiro de Maeztu, llegó a decir que España era el país de la cocaína con churros. A partir de la II Guerra Mundial se prohíbe y empieza a mezclarse con anestésicos veterinarios y otras guarradas.
Con tanta adulteración hemos llegado al mundo de las pastillas –donde manda mucho la mafia holandesa—, fundamentales para aguantar el aburridísimo bakalao electrónico. Y muchas otras mezclas aberrantes: ¿la llaman cocaína rosa porque mezclan ketamina con tabasco?
La Guardia Civil ha incautado el mayor alijo de pastillas en España con detenciones en Ibiza y Málaga. Y los que vendrán, si les dejan, pues la estupefaciente búsqueda de la felicidad o sepukku mental aumenta entre los aburridos de realidad tanto como el poder de las mafias. Laboratorios clandestinos crean nuevas pastillas fácilmente en un mundo colocado de estupidez. Y más hipócrita. Si hicieran un análisis en el Congreso la sorpresa sería monumental. Tal vez así cortaríamos la diarrea verbal de tanto pringado burrócrata.
1 comentario
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Desde gran parte del elenco político, mayoritariamente izquierdista, te venden que hay que legalizar el cannabis.Que es una droga blanda y nada problemática. De hay pasamos al las drogas más duras, y así tener una sociedad aborregada, y dócil. Esto es lo que nos queda. Una juventud atontada y un turismo repugnante. Pero eso sí, no te tomes una copa que está muy mal visto..