Iglesia de Sant Joan. | Toni Planells

Este viernes, el Ayuntamiento de Sant Joan entregará sus primeras distinciones honoríficas. el sacerdote Josep Ribas Riera, don Pep, recibirá la medalla de oro por sus más de sesenta años de dedicación al municipio y, sobre todo, a sa Cala. Allí llegó en 1962 procedente de Sant Antoni. Aún no se había construido la carretera entre el precioso valle donde se ubica Sant Vicent, el que entonces era el lugar más remoto de la isla, y Sant Joan. Y lo hizo sobre una Vespa 150cc, vestido con su sotana y dispuesto a ayudar a sus nuevos vecinos con su empuje y su espíritu emprendedor. Es Cafè se convirtió en su primer hogar antes de renovar la casa parroquial. Allí jugó a las cartas con los ‘caleros’, conoció a multitud de extranjeros que acabaron estableciéndose en sa Cala y fomentó que muchos jóvenes del pueblo salieran de la isla para estudiar una carrera universitaria, convirtiendo a Sant Vicent en el pueblo con más maestros por kilómetro cuadrado de la isla. En sa Cala, desde que llegó don Pep hace 62 años, no se mueve una piedra sin que él dé su visto bueno. Una hipérbole que no se aleja demasiado de la realidad y que muestra lo importante que ha sido para la localidad y para sus vecinos su presencia. Don Pep también ha dejado su huella en Sant Joan y Sant Llorenç, parroquias de las que se encargó durante décadas con la inestimable ayuda de su amigo Joan ‘Murtera’. Ambos forman un tándem de sabiduría difícil de superar.