Opinión

Hermana, yo no te creo

La ministra de Igualdad, Ana Redondo. | Gustavo Valiente - Europa Press

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Vivimos bajo la tutela moral de la izquierda que nos alecciona a diario sobre igualdad y feminismo. Qué haríamos sin sus discursos cargados de superioridad ética que nos iluminan entre tanta caverna. Después tenemos a un Íñigo Errejón, fundador de PODEMOS y abanderado del feminismo, que se dedicaba a acosar a mujeres mientras sus compañeros (que lo sabían) guardaban un silencio sepulcral. Sororidad selectiva. Feminismo, sí, pero con cláusulas. Si el acosador lleva mocasines ecofriendly y cita a Marx, la cosa cambia. Las víctimas, ya tal.

Pero la palma se la lleva el exministro y nº2 del PSOE: José Luis Ábalos. Porque no todos tienen la visión progresista de contratar prostitutas con dinero público y luego, como gesto solidario, enchufarlas en empresas estatales. Eso es integración laboral. Feminismo del que sale de fiesta con fondos públicos y acaba colocándote en una consejería. Igualdad real entre copa y copa. La lucha de clases, en un reservado.

Y mientras tanto, los mismos que piden dimisiones ajenas, los que ven machismo hasta en los semáforos, los que lloran por la opresión estructural, aplican la doctrina sagrada de ‘si es de los míos, me callo la boca’. Porque aquí no importa lo que haces, sino de qué partido eres. Si eres aliado, no acosas, no robas, no humillas. Sólo ‘cometes errores’. Y si alguien osa señalarlo, tranquilo: siempre se le podrá acusar de fascista.

Para colmo, nos venden una Ley que iba a ser la panacea contra el machismo y a la práctica no ha hecho más que reducir condenas a cientos de delincuentes sexuales. La amalgama de chiringuitos y el relato que han creado no tienen como objetivo igualdad alguna, sino crear una necesidad ficticia que justifique la contratación masiva de ‘compañeres’ de partido a costa del contribuyente.