Borrones y tachaduras

El legado del presidente Pere Palau

Pere Palau.

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La luctuosa noticia del repentino fallecimiento de Pere Palau el pasado martes en un trágico accidente, nos dejó a todos conmocionados. Yo estaba en el Parlament cuando su hija y diputada del Grupo Popular, Sandra Palau, fue informada de lo que acababa de acontecer en las inmediaciones del Club Náutico de Sant Antoni. La vi salir del salón de plenos llorando desconsoladamente, junto a Marga Durán. Es innecesario expresar lo mucho que nos chocó aquel momento dramático.

Pere Palau era mucho más que un político: era un referente de la transición democrática en Ibiza y Formentera, un defensor incansable de la autonomía insular y un hombre de diálogo y compromiso. Nacido en Sant Miquel de Balansat en 1946, Palau inició su carrera política en 1979 como teniente de alcalde en el primer Ayuntamiento democrático de Sant Antoni. Desde entonces, su trayectoria fue ascendente: diputado autonómico en 1987, vicepresidente del Parlament balear y presidente del Consell d’Eivissa i Formentera entre 2003 y 2007. Durante su mandato, impulsó la creación del Consell de Formentera como institución independiente.

Estos días hemos leído muchos obituarios, coincidentes en enaltecer su figura política y también su carácter afable y cercano. Su legado es complejo y, como ocurre con las figuras relevantes, no está exento de polémica. Palau defendió con firmeza la construcción de las autovías de Ibiza, proyectos que generaron una fuerte oposición social y política. Él mismo reconocía las dificultades vividas durante esas protestas, pero sostenía que las infraestructuras eran necesarias para la seguridad y el desarrollo de la isla.

Palau fue un político respetado incluso por sus adversarios. Su carácter cercano y amable y su capacidad para tender puentes le granjearon la estima de todos. Así lo han demostrado las muestras de duelo, con centenares de ciudadanos, líderes políticos y empresarios rindiéndole sentido homenaje en la capilla ardiente instalada en el Consell d’Eivissa. La presidenta del Govern, Marga Prohens, y el presidente del Consell, Vicent Marí, subrayaron su compromiso con las islas y su disposición para ayudar.

Palau también fue empresario y pionero en el sector turístico, graduado en la primera promoción de la Escuela de Turismo de Ibiza. Su visión del desarrollo económico siempre estuvo ligada a la mejora de las condiciones de vida de la sociedad ibicenca.

Su fallecimiento marca, de algún modo, el fin de una etapa política y la despedida de una generación que construyó las bases de la democracia insular. En tiempos de intensa polarización y de creciente desapego de la ciudadanía hacia sus instituciones, figuras como Pere Palau nos recuerdan que es posible ejercer la política con vocación de servicio, firmeza en las convicciones y respeto al adversario. Lamentablemente, estas características son cada vez más infrecuentes entre la clase política balear, lo que supone una auténtica tragedia colectiva.

Ibiza y Formentera pierden a uno de sus arquitectos políticos más influyentes. Su legado forma parte ya de la historia de las islas y perdurará para siempre. Ojalá sirva de faro que guíe a nuestros representantes políticos actuales, a menudo más esforzados en desunir que en buscar puntos en común para avanzar entre todos.