Ana Mateos
Ana Mateos

Comunicadora

Lo de ir en bikini

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Poco a poco va asomando el buen tiempo en las islas y con él los primeros chapuzones en el mar. Esa sensación es una de las mejores del mundo.

Hace unos días publiqué una foto en la playa de uno de mis primeros baños de la temporada, aunque he de decir que como buena isleña yo soy de bañarme cuando sale un rayito de sol, aunque sea febrero, si fuera hace sol es casi imposible que no me meta en el agua. Esta costumbre tan «de aquí» a veces da lugar a situaciones insospechadas, como ir paseando un día cualquiera de marzo, ver que hace calor y decidir meterte en el agua sin pensar mucho, es decir, en bolas, en cueros, en pelotas o como se dice en Formentera (que me encanta) «anant conill» cuya traducción es literalmente «yendo conejo». Creo que no hace falta dar más explicaciones.

La cuestión es que no son ni una, ni dos, ni tres, las veces que personas de fuera me han preguntado si en Formentera todos somos nudistas o si, en todas las playas se puede hacer nudismo a raíz de alguna publicación en mis redes o como curiosidad al saber que soy de aquí. Lo cierto es que yo es algo que jamás me he preguntado. Nunca me he planteado la legalidad o no de bañarse desnuda en la playa. Siempre digo lo mismo: que yo personalmente creo que aquí cada uno puede bañarse como escoja, bañador, bikini, traje de buzo o en bolas. Nadie va a juzgarte. Es cierto, que por contexto, hay playas donde la gente tiende más a practicar nudismo que en otras; yo, personalmente, no lo practico por normal general, pero me da exactamente igual que alguien a mi lado lo haga. Estoy tan acostumbrada que me parece bastante natural el cuerpo humano. ¡Qué cosas tengo!

A propósito de esto, precisamente una persona que conozco me escribió para preguntarme por un bikini y ambas acabamos confesándonos que, cuando vives en la isla, te compras bikinis y bañadores para acabar yendo a la playa con una braguita de bikini que tiene 15 años, pero es tu favorita. Vamos, que el traje de baño queda «para la foto en redes» y poco más; un poco lo que nos está sucediendo con la vida misma. Todo mentira.

Pero en este caso es una mentira que me gusta porque la decisión de cómo va cada uno a la playa y la relación que tiene con el mar es suya y de nadie más. Total, que tomando como muestra a esta otra persona y a mí (dos en total, lo sé, muy representativo dos sujetos, no se vayan a enfadar ahora también los estadistas) pensé: si le pasa a ella y me pasa a mí, creo que es extrapolable a más personas (dejando de lado la desviación tipo).

Seguro que somos legión los que llevamos en nuestro coche «por si acaso» un senalló provisto de una toalla, unas chanclas y un bañador o bikini viejo, porque nunca se sabe en qué momento te va a apetecer darte un chapuzón. Esa facilidad que tenemos para meternos sin problema en el mar creo que te la brinda el haber nacido aquí - como el respeto por el mismo- Te la da el «ser isleño». Nos metemos en el agua de cualquier manera, con un bikini viejo, con ropa interior, desnudos; de día, de noche bajo la luz de la luna… ¡Y qué bien sienta! Es complejo con todo lo que nos rodea hoy en día poder hacer algo sin pensar demasiado en el qué dirán. Sintiéndote libre. Pudiendo ser tú misma. Estamos tan encorsetados que creo que ese baño en el mar es liberador.

Así que no me vuelvan a preguntar más: en Formentera cada uno se baña cómo y dónde quiere. Apaguen sus prejuicios y escojan ser felices como más gusten, que falta nos hace.