Entre la finalización de la pasada temporada estival 2024 y la llegada de la del presente año 2025, hemos tenido que vivir unos meses repletos de francas contradicciones. En un principio parecía que una importante mayoría de nuestros políticos se habian dado cuenta finalmente de los graves problemas que la saturación turística viene provocando; desde los colapsos de buena parte de los lugares públicos, hasta el agravio palpable día a día de la cuestión de la vivienda en nuestra isla y con ello el escandaloso incremento de los asentamientos ilegales en buena parte de nuestro territorio.
Pero esas primeras señales de voluntad de luchar contra esa nefasta sobreexplotación de nuestra principal industria, el turismo, se van difuminando conforme pasan los meses de invierno y se acerca un nuevo verano. Hace algunos años la idea fija que tenían tanto el sector turístico en general, como nuestros representantes políticos, era sistemáticamente la misma. Todos estaban de acuerdo que había que luchar por mejorar año tras año la cuenta de resultados. Había que batir record de viajeros en los aeropuertos, había que conseguir que nuestros hoteles superaran el 100% de las reservas y ventas; en resumen cada año había que superar todo tipo de cifras y datos del año anterior.
Con el tiempo se ha podido comprobar que ese no era el buen camino, que en realidad no se tenía, o no se quería tener, constancia de cuál es la realidad de nuestro territorio. Parecía no preocupar que el desenfreno en el crecimiento permanente y la sobreexplotación de todas las áreas de negocio relacionadas con el turismo, pudiera acabar provocando la caótica situación que a día de hoy estamos sufriendo. Se afirmaba entonces que la idea de poner ciertos límites a ese permanente crecimiento, podía frenar la capacidad de ingresos de nuestros hoteleros, comerciantes y población residente en general.
Nadie quiso ver que aquí y por muchísimas razones, el crecimiento indiscriminado iba a ser imposible, dadas las limitaciones de todo tipo a las que estamos sometidos; empezando por la limitación territorial. Ha habido que llegar a una situación de desespero social, que puede acabar afectando muy negativamente a nuestra propia industria turística y por tanto a nuestro modo de vida, para que algunos empiecen a verle las orejas al lobo y muestren algo de preocupación; si bien en muchos casos está claro que no es más que una preocupación de cara a la galería.
Con orden y control el turismo gestionado sosteniblemente, puede y debe seguir siendo nuestro magnífico modo de vida; pero ese orden y ese control, bases para la garantía de nuestro futuro, están muy lejos de poder ser una realidad. En nuestras islas se ha perdido el control sobre el propio territorio y sobre nuestro modo de vida. Antes cada uno sabía cuál era su función en el entramado turístico; actualmente todo es un descontrol y todo funciona entremezclado sin que se sepa realmente que le corresponde hacer y cumplir a cada uno.
Algunos quieren hablar de una situación de crecimiento acelerado en el sector turístico, cuando lo que tenemos encima es en realidad un crecimiento desbocado sin orden y con reglas confusas o insuficientes. La piratería en el más amplio sentido de la palabra, está a la orden del día. Es una constante en la mayoría de sectores. Los abanderados de todo tipo de actividad ilegal campan a sus anchas, amparados en una falta escandalosa de previsión de quienes deberían haber sido capaces de vislumbrar desde las diversas instituciones, el escenario al que nos estaban conduciendo. Y quienes entonces mostraron tal nivel de ineptitud, hoy son incapaces de reconducir el desastre.
El turismo, que en su momento fue garantía de nuestro bienestar, es ahora el origen de muchísimos problemas. Aunque lo cierto es que son los dirigentes incapaces de hacer bien su trabajo, quienes los han provocado con sus decisiones egoístas e interesadas. Nuestras islas ya no las gestionan ni los que viven permanentemente en ellas, ni tan siquiera los que se supone que nos representan a todos nosotros; nuestras islas ahora no son más que el escenario perfecto para que aquellos que solo piensan en obtener el mayor beneficio posible para sus bolsillos, se muevan con absoluta libertad, arrasen con todo y vuelvan a sus lugares de residencia con los bolsillos bien llenos a costa de nuestro maravilloso y peculiar, pero frágil y delicado territorio.
Si entre todos los que deben tomar decisiones, por difíciles que estas puedan ser, no son capaces de ponerse de acuerdo para recuperar la estabilidad del turismo en general, como elemento crucial en nuestras vidas; si no son capaces de recuperar el orden y la lógica de las cosas, respetando ante todo nuestro territorio y a todos los que aquí vivimos y queremos poder seguir viviendo; solo podemos esperar un negro futuro y un abismo sin fin al que nos acaben abocando.
El turismo siempre ha sido nuestro modo de vida y nos fue muy bien durante mucho tiempo. Que unos pocos no nos pisoteen.
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