Los bares de toda la vida

Bullit de peix

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Leo en redes sociales las quejas del popular comunicador Àngel Aguiló, «un mallorquí que fa coses», como él mismo se autodenomina, por los precios de las entradas del partido entre el Mallorca y el Valladolid –ya descendido– en Son Moix, que el club bermellón puso a la venta a entre 60 y 100 euros, según Aguiló. «El club, com passa amb tot a l’illa, posa preu d’estrangers. Perquè ho paguen. I si tu, mallorquí, un dia vols venir, pagues a preu d’estranger o no vens. I òbviament, no vens. La vida a Mallorca no està pensada per al mallorquí», apunta el periodista en su perfil. Y creo que es una idea que los ibicencos hace tiempo que hemos interiorizado: Ibiza ya no es para los ibicencos. Las paellas, bullits de peix o las salmorras de pescado a pie de playa que las familias ibicencas pueden permitirse a lo largo del verano pueden contarse con los dedos de una mano. Cenar y salir a tomar algo sin que la tarjeta de crédito salga tiritando es misión casi imposible en Ibiza. Por suerte, siguen quedando (pocos) negocios que abren todo el año, se resisten a sucumbir a la fiebre del oro del turismo de lujo y continúan ofreciendo un trato especial a los residentes. No mencionaré a ninguno de ellos, algunos ya han salido en estas mismas páginas gracias a los artículos escritos por Toni Planells, que ha rescatado su historia y puesto en valor el trabajo de profesionales que se han dejado la piel para sacar adelante su negocio y no fallar a su clientela. El día que nos falten los bares de toda la vida y los restaurantes de menú, Ibiza y Formentera se habrán ido al garete de forma irremediable. Y por desgracia ya hemos cogido ese camino.