Opinión

Ibiza, el paraíso que condena a sus trabajadores

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Sé que tal vez llevo ya demasiado tiempo hablando del mismo tema pero, desgraciadamente, parece inevitable. Ibiza se derrumba por dentro. Bajo el brillo superficial del turismo de lujo, las calas y playas de revista, las discotecas para las que no queda una entrada, los conciertos que se anuncian por toda España, los restaurantes con Estrella Michelín o los beach clubs exclusivos, se extiende una crisis silenciosa pero devastadora. La de una isla que se ha vuelto inhabitable para quienes la sostienen.

Trabajar aquí ya no es una garantía de nada. Ni de independencia, ni de estabilidad y ni mucho menos de dignidad. Los precios del alquiler, los costes de la vida diaria y la falta de respuesta de unas instituciones que parecen desbordas ante el problema, están empujando a miles de trabajadores hacia la pobreza o hacia la salida forzada de la isla. Y ya no hablamos de unos cuantos, sino de muchos camareros, personal de limpieza, profesores, policías, enfermeros, repartidores… de esos muchos que al final, como trabajadores que son, se han convertido en    pilares básicos de cualquier sociedad.

Can Coix es la punta de un iceberg de proporciones inimaginables

La huelga indefinida que han iniciado este viernes las trabajadoras de la escoleta de gestión indirecta de Can Coix, en Sant Antoni de Portmany, es solo la punta de un iceberg de proporciones inimaginables. Son nueve profesionales que cuidan, educan y acompañan a los más pequeños de la familia y que lo hacen por salarios que no llegan a los 1.200 euros al mes, sin apenas pausas, sin descansos y sin apenas más reconocimiento que el del de esas familias que se saben en sus manos, y que, como aseguró Ana López, del sindicato Comisiones Obreras en una entrevista en Onda Cero Ibiza y Formentera de forma contundente, «son carne de asentamiento si no se actúa ya». Es decir, que son profesionales que, como tantas otras en Ibiza, acabarán malviviendo si no lo hacen ya en habitaciones compartidas, caravanas, infraviviendas o directamente en situación de exclusión si no se toman medidas urgentes.

Piden algo tan básico y tan de justicia mínima como una equiparación salarial con las escoletas públicas de gestión directa y, sin embargo, la solución parece tremendamente complicada. El Ayuntamiento de Sant Antoni intenta poner de su parte, conciliar, pero todo parece encallado ante una empresa concesionaria, AsturServicios La Productora, que según denuncian las trabajadoras, solo ha reaccionado para mostrar «cierta predisposición a negociar» solo cuando vieron las orejas al lobo y el conflicto ya no tenía marcha atrás.

Nadie quiere venir a Ibiza

Desgraciadamente lo de la escoleta de Can Coix no es una excepción. En Ibiza esto se ha convertido en norma. El sindicato STEI, por boca de su representante en la isla, Pere Lomas, ha vuelto a denunciar una vez más esta misma semana que faltan profesores que quieran venir a la isla porque no hay manera de sobrevivir con los sueldos de funcionario base si debes invertir casi todo lo que cobras por alquilar una habitación.

No son los únicos. Cada año cuesta más cubrir plazas en los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado porque tampoco hay policías ni guardias civiles que quieran venir a Ibiza porque los incentivos que se les ofrecen son insuficientes, porque el alojamiento es imposible de costear, y porque lo que debería ser un destino atractivo, en realidad se ha convertido en una ratonera económica para cualquier trabajador público. Un destino de castigo para muchos ellos.

Y no nos engañemos, no se trata de que estas trabajadoras, policías, camareros o sanitarios quieran «vivir por encima de sus posibilidades». Lo que quieren es poder pagar un alquiler sin tener que compartir habitación con desconocidos y ya puestos vivir en una casa más o menos digna. Lo que piden es tener un salario que les permita ir al supermercado sin hacer malabares, poder seguir en una isla maravillosa como ésta sin hundirse en deudas o sin la ansiedad permanente de no llegar a fin de mes.

No estamos hablando de privilegios. Hablamos de justicia

Unas condiciones que en otras partes del país son normales pero que en Ibiza, se han convertido en lujos. Y eso es una vergüenza porque muchos de nuestros rostros conocidos, esos a los que ponemos cara porque coincidimos con ellos en nuestro día a día, siguen adelante por pura vocación, por amor a su trabajo y por responsabilidad social mientras que, en el caso, por ejemplo de las profesoras de Can Coix, se apoyan entre ellas para no dejar a sus niños desatendidos mientras en muchos casos solo reciben silencios, largas y una precariedad estructural que las empuja al abismo. Tanto que su huelga, sus protestas, no son un capricho ni un chantaje… es solo un último recurso.

Una llamada de auxilio que se extiende    a otros muchos sectores de la población que se han dado cuenta que la pasividad de unas instituciones desbordadas, la falta de vivienda pública, la nula regulación del alquiler turístico, la especulación inmobiliaria sin freno y el centrarnos únicamente en el que viene de fuera unos días, nos han traído hasta aquí. Una llamada de auxilio de aquellos que son conscientes de que si no se hace nada de manera urgente, el problema dejará de ser una cuestión sindical o laboral para ser, si no lo es ya, una emergencia social de dimensiones mayúsculas.

Ibiza ya no es un paraíso ni su marca tampoco un referente a nivel mundial. Es hora de ir asumiendo la verdad de que nuestra isla está muy cerca de morir de éxito. De que el modelo basado en el turismo intensivo, en la explotación del suelo y en la especulación descontrolada, ha convertido lo que hace no tanto era un paraíso en un lugar invivible para quienes trabajan.

Estoy convencido de que aún estamos a tiempo de darle la vuelta a la tortilla pero también que cada vez estamos más cerca del colapso total. Hace falta voluntad política, valentía institucional, y un cambio drástico de modelo que también pasa por los propios ciudadanos. Y es que es cierto que hay que construir vivienda accesible, regular el alquiler turístico e invertir en servicios públicos pero, que nadie se olvide que todo pasa por respetar a los trabajadores porque si no, mañana, cuando necesitemos una profesora, un policía, un médico, un repartidor o un camarero, no quedará nadie. Y será entonces cuando hayamos comprendido, a la fuerza y de golpe, que no se puede sostener un paraíso expulsando a quienes lo hacen posible.