Opinión

Culebrón electrónico

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Recuerdo una pareja noruega que asaltó la barra del Peponi en Lamu con más sed que una horda vikinga. A la quinta botella de vodka pudieron explicarse. Habían navegado en su precioso dhow durante tres días y tres noches con la inquietante compañía de una pitón de seis metros. Por lo visto la serpiente okupó su cuarto de baño (los dhows no suelen tener baños, basta hacer equilibrios en la borda, pero éste en cuestión era una joya lujosa tipo mil y una noches) y en una especie de barco-stop les utilizó para cambiar de isla en el océano Indico. La pitón fue muy considerada y no los devoró, pero ni los noruegos ni el chihuahua ni los dos tripulantes omaníes pegaron ojo hasta que olieron tierra y vieron a la pitón lanzarse al agua y nadar a lo Esther Williams.

Eso ya está pasando en las Pitiusas, gracias a la impresionante desidia de los encargados de la cosa eco desde hace más de veinte años. La invasión enrollada se conocía y se hizo nada. Prefirieron montar un safari caprino en Vedrà. Hoy las lagartijas pagan las consecuencias, pues ya proliferan las bichas tanto como los clubbers. Cuestión de culebrón electrónico.

Mientras que Formentera era conocida como Ophiussa (tierra de ofidios), en Ibiza el cachondo dios Bes, el mismo que da nombre a la isla y alienta a las al·lotas a encontrar digno amante, exterminaba los animales venenosos. Su fama bendita era tal que cartagineses y romanos cargaban en sus naves inmensas ánforas rebosantes de una tierra sagrada que veneraban por sus propiedades exterminadoras de cualquier veneno. Así ahorraban muchas dracmas y sextercios en sufridos catadores. Hoy es fundamental que alguien lleve tierra ibicenca al envenenado Congreso de los diputados, imputados y emputecidos.