Anda estos días agitada la cosa ante la noticia de que la naviera Trasmed comenzará a operar este mismo mes viajes de fin de semana desde Valencia a Ibiza con sus ferries vintage como medio de transporte y alojamiento. Hay que ser muy fan de este tipo de barcos para considerarlos como hotel. Pero, oigan, para gustos los colores. Rajoy le puso cruceros a los piolines en Cataluña y ya ven la que se lio.
El problema no es tanto la oferta de Trasmed como lo rápido que la Autoridad Portuaria de Baleares (APB) les ha dado los permisos necesarios para sacarla adelante. Yo tengo claro que para la APB el puerto de Ibiza es única y exclusivamente una máquina de hacer dinero a lo grande, sin tener en cuenta los intereses de la isla y de los ciudadanos. Menos aún parece importarle todo lo que se está haciendo para acabar con la saturación o para conseguir que el modelo turístico ibicenco pase de la locura y la piratería a la calidad y la seguridad. Y mucho menos lo que nos cuesta a los residentes aquí el tener que pagar con nuestros impuestos los servicios que hay que darle a todos los que llegan a Botafoc de visita.
Ante el despropósito, solo el Consell ha levantado la voz rechazando este tipo de oferta. El Ayuntamiento de Ibiza no solo no se ha pronunciado sino que, además, ha llegado a un acuerdo con Trasmed para que estos viajeros puedan disfrutar de visitas guiadas a Dalt Vila. ¿En serio?
En esta situación, a mí ya solo se me ocurre pedir auxilio a Marga Prohens. Fue ella la que escogió a Javier Sanz para que dirigiera la APB y, por lo tanto, puede ser también ella la que lo saque del cargo. A no ser que quiera convertirse en la réplica pepera de esa Carme d’Espanya que es Francina Armengol, a la que en esta isla recordamos siempre porque nunca nos demostró un exceso de amor. Por favor, Marga, ¡sálvanos!
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