Querido Aitor: Tienes nueve años y a pesar de ser un niño cada vez me haces preguntas más difíciles. De esas que casi no tienen respuesta. Como el otro día, cuando durante la comida me soltaste… «Papá, ¿quien es ese Koldo del que tanto hablan en la tele y en los periódicos?»
Y ahí me quedé yo, con el alma en la garganta, tratando de responderte sin perder la calma y buscando las palabras exactas aunque finalmente creo que no me fue del todo bien. Porque ¿cómo te explico yo que un asesor sin cualificación y sin experiencia más allá de haber sido portero de discoteca, terminó controlando contratos millonarios en un ministerio? O ¿que hay una señora, de nombre Leire, a la que llaman fontanera sin haber arreglado en su vida un grifo o un riego que negocia en nombre del gobierno sobre temas tan graves de los que mejor no hablar?
¿Por qué como te explico yo que José Luis Ábalos, exministro y uno de los hombres más poderosos de este país en su día, presuntamente, deshacía y hacía a su antojo mientras se enriquecía a manos llenas? ¿Cómo, presuntamente, aprovechaba su influencia para colocar a sus amigos, amantes y queridas en empresas que le debían favores? ¿O cómo, presuntamente, el mejor amigo de nuestro presidente del Gobierno gastaba dinero a espuertas y organizaba fiestas muy distintas a la que tu celebraste en Piruleto?… y como te puedo explicar que en vez de retirarse dignamente, ese hombre ahora ocupa un escaño fantasma como «diputado no adscrito» mientras intenta ir de digno y de humilde por la vida.
O que, por ejemplo, Santos Cerdán, el hombre que le sustituyó en uno de los cargos más importantes del PSOE y amigo íntimo de Ábalos, aparezca en un informe de 500 páginas de la Guardia Civil donde se la acusa de haber creado una trama para quedarse con dinero de las contrataciones de obra pública hechas por nuestro gobierno. Es decir, ¿cómo te explico yo Aitor que hay gente que se ha hecho rica a costa de los impuestos de todos nosotros mientras mucha gente en Ibiza no tiene donde vivir?
Y de qué forma y de qué modo te puedo contar que nadie del Gobierno ni del PSOE lo vio venir… que nuestro presidente y sus ministros nunca supieron que ninguno de los tres, – Koldo, Ábalos y Santos Cerdán –, supuestamente manejaban millones del estado como quien encarga una pizza y que si se han enterado ha sido por el telediario. O que hemos tenido un presidente del Gobierno que se fue cinco días a pensar y repensar sobre su futuro personal y político agobiado por el sufrimiento que estaba viviendo pero que ahora, cuando los casos de corrupción le acechan por todos lados, ya no habla de echarse a un lado, convocar elecciones o presentarse a una moción de confianza.
Y es que Aitor hijo mío, ¿cómo explicarte que este mismo señor tiene una esposa que está siendo investigada por presunto tráfico de influencias y que su hermano, músico de profesión, ha sido llevado a juicio después de que un gobierno autonómico presuntamente creara a dedo para él un puesto tan extraño que ni el propio beneficiado fue capaz de explicar ni justificar?
¿O qué el mismísimo Fiscal General del Estado, ese que debería perseguir a los malos con lupa y sin miedo, está acusado de haber filtrado a los medios de comunicación información confidencial de un ciudadano anónimo? ¿O que este mismo señor que debería dar ejemplo, sigue aferrado a su cargo como si lo suyo fuera un malentendido administrativo y no una mancha que quedará para siempre en la historia de la justicia española?
Y lo siento hijo, tampoco tengo respuestas a por qué muchos ministros de este país no han dudado en denunciar noticias falsas cuando no les gusta lo que en ellas se dice y luego cuando comparten bulos y se demuestra que se equivocaron, a propósito o sin querer, siguen reincidiendo como si la cosa no fuera con ellos. Ni tampoco como muchos de ellos, tras poner la mano en el fuego por tal y cual compañero, ahora que se han chamuscado solo reniegan y hacen como si fuera solo un sarpullido. Y ni por supuesto, te puedo explicar cómo ha cambiado la relación de la política con los medios de comunicación, con ruedas de prensa en las que mis compañeros ya casi nunca pueden preguntar y en muchos casos opinar si no quieren ser catalogados de fachas, retrógrados o maledicentes.
Ay Aitor, ¿qué hago hago cuando me preguntas por los demás partidos o por si son mejores? ¿Cómo te cuento que los de la oposición siguen arrastrando los tiempos de sobres y cajas B y que cuando algunos hoy se suben al púlpito con cara de indignados, siguen guardando silencio sobre su propia basura?
¿Cómo te explico que da igual el color de la bandera, que los trajes se cambian pero los vicios no? ¿Qué cuando no es Koldo, es el primo del concejal o el asesor de confianza el que firma cosas que ni siquiera entiende? ¿Qué la mayoría de los miembros del partido aplauden cuando se les dice que aplaudan y ríen cuando dicen que rían y que el Congreso se ha convertido en un parque infantil sin educadores, donde todos gritan, nadie escucha, y el presidente del Gobierno no responde ni las preguntas más básicas?
¿Y cómo explicarte que muchos ciudadanos ya no creen en nada ni en nadie, que votan con la nariz tapada o simplemente ya ni van cuando hay elecciones porque sienten que todo es una estafa, una obra de teatro con actores mediocres y guión gastado? Lo siento hijo. No tengo respuestas para tantas preguntas y solo puedo decirte que esto que estás viviendo no es normal y ni tú ni ni nadie deberíais acostumbraros a esta mediocridad maquillada de política.
Aún así, amigo mío, tampoco quiero que creas que todo está perdido porque no lo está. Quiero que sigas confiando en que otro tipo de política es posible. Una política en la que la decencia no sea una rareza, en la que los que mienten dimitan, en la que los que fallan pidan perdón, en la que los periodistas puedan preguntar y en la que la justicia no mire hacia otro lado. Una política sin Leires fantasmas, sin Koldos intocables, sin Aldamas invisibles, sin Ábalos y sin Cerdanes egoístas y sin escrúpulos y, sobre todo, sin presidentes ciegos que solo lloran cuando les afecta.
Aitor me gustaría que crecieras sabiendo que la política no tiene por qué ser sucia, ni cínica, ni cobarde. Quiero que sepas que aún existen personas que creen en lo público de verdad, que trabajan sin hacer ruido, que dicen la verdad y que no se venden. Hijo, me gustaría que no pierdas la fe antes de tiempo porque aún estamos a tiempo… y porque si tú sigues haciéndote las preguntas correctas, quizás algún día, alguien te dé por fin una respuesta honesta.
Con amor, rabia y esperanza,
Tu padre.
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