La descomposición moral arrastra al socialismo balear a un pozo donde ya no es posible distinguir entre el error político y el delito penal. La protagonista del último episodio es su secretaria general, Francina Armengol, pillada mintiendo en sede parlamentaria. Y eso que es la presidenta del Congreso de los Diputados, lo que da idea del nulo respeto que tiene por el Parlamento. Y encima tiene la caradura de decir que es una política muy institucional.
Armengol en junio del año pasado negó conocer al empresario. Aseguró con rotundidad que jamás se había reunido con él. Ahora sabemos que sí lo conocía, que se reunió con él y con Pepe Hidalgo, y que lo hizo cuando Aldama trabajaba para Globalia, sociedad matriz de la aerolínea Air Europa. Recordemos que también el rescate público a la aerolínea está bajo la lupa de la justicia.
Si algo ha demostrado Aldama —el empresario comisionista y epicentro de la red— es que los tiene a todos cogidos por donde más duele. Y como se descuiden, los llevará a todos a la cárcel. De ahí los ímprobos esfuerzos en difamar a los investigadores y acusar a quienes informaban de la corrupción sistémica que durante once años han practicado los gerifaltes del PSOE, de ser la ‘fachosfera’, pseudomedios y de orquestar una campaña para tumbar al Gobierno.
Lo grave no es solo la mentira de Armengol, sino el lugar donde se produjo: una comisión de investigación parlamentaria. Mentir ahí no es una anécdota ni una torpeza: es un posible delito de falso testimonio, con todas sus consecuencias penales. Y, aun así, el PSIB calla. Nadie pide explicaciones. Nadie exige dimisiones. Nadie muestra la más mínima señal de dignidad política. Armengol sigue al frente del partido como si nada y sigue blindada, aforada, protegida por Sánchez y su entorno, a pesar de estar cada día más señalada por los contratos públicos firmados durante la pandemia con empresas amigas del clan Ábalos-Koldo-Aldama.
Mientras tanto, los dirigentes socialistas locales siguen instalados en el negacionismo y el cinismo. Amanda Fernández, secretaria general del PSOE de Mallorca, llegó a decir ayer en un acto público que «en el PSOE hay tolerancia cero con la corrupción». Una frase vacía, insultante, que chirría con una realidad que huele a podredumbre institucional. ¿Tolerancia cero? No hay ni un solo gesto de exigencia interna, ni una asunción de responsabilidad, ni una nota de autocrítica. Ni siquiera el más mínimo atisbo de voluntad regeneradora.
La pregunta que muchos ciudadanos se hacen es sencilla: ¿qué dirían los socialistas si este escándalo estuviera ocurriendo en el PP? ¿Qué habría dicho Armengol, qué habría tuiteado Sánchez, si Rajoy hubiera mentido en una comisión parlamentaria sobre sus reuniones con un comisionista acusado de amañar adjudicaciones? La respuesta es obvia: estarían clamando por su dimisión inmediata, por su inhabilitación política, por su procesamiento judicial. Pero como son «uno de los suyos», como la mentira emana del interior del partido, como la corrupción salpica a toda la cúpula socialista, el guión es otro: negarlo todo, encubrir a los suyos y esperar que pase el temporal.
El problema es que no va a pasar. Porque la ciénaga se ensancha. Porque ya no hablamos de casos aislados, sino de un sistema. Un engranaje de adjudicaciones públicas manipuladas, comisiones millonarias, contactos empresariales turbios y políticos convertidos en piezas de una maquinaria de corrupción institucionalizada. Un sistema donde los puteros, los comisionistas y los intermediarios controlan la agenda pública, mientras los ciudadanos asisten impotentes a una degradación democrática sin precedentes.
¿Alguien ha oído a alguien en el PSOE ibicenco abrir la boca? ¿Es que nadie tiene un mínimo de decencia? El caso Aldama está lejos de cerrarse. Muy al contrario: las investigaciones continúan, y todo apunta a que seguirán cayendo nombres, piezas, mentiras. Es más que probable que acabe sentando en el banquillo no solo a comisionistas y testaferros, sino a ministros, expresidentes y altos cargos. La corrupción ya no es una sombra que persigue al PSOE: es el eje sobre el que gira su gestión reciente. Y eso, aunque se intente silenciar desde Ferraz o desde la sede del PSIB en Palma, terminará teniendo consecuencias.
La cuestión es cuándo. Y quién será el siguiente en caer. Porque esto no ha hecho más que empezar.
1 comentario
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Perpinyà, te contestaré yo mismo y solo yo como todos los domingos. Cuántos políticos se llevó por delante Barcenas y Villarejo ? Pues eso. De nada.