Opinión

El galgo hambriento

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados | Foto: Fernando Sánchez

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El presidente finiquitó la rueda de prensa porque tenía hambre. Es extraordinario, pero también una prueba más de que el galgo-gallina de Paiporta no da la talla. Es un simple yonqui del poder que se cree imprescindible, clásico cainita ibérico con la repugnante intención de levantar un muro entre españoles. Y así pasará a la historia de la infamia.

Pero eso del hambre no es muy creíble en un tipo que miente como el buey muge. Y además, ¿alguien duda que por la sede socialista abundan los chorizos? Incluso Francina Gin-tonic debe tener guardada alguna sobrasada mallorquina envuelta en mascarilla (de algo tienen que servir las defectuosas que adquirió) para calmar el hambre del puto amo de su partido. Con tanto lacayo y cobista a su servicio, algún aperitivo le ofrecerían antes de las cinco de la tarde. ¿O es que ya nada queda en la despensa de Ferraz tras el paso de Avalos y Cerdán?

Tal vez el presi sea de estómago delicado (algo habitual entre los que se declaran insomnes) y su hambre de generaciones es cautela o complejo cesáreo a ser envenenado en cuanto almuerza fuera de Moncloa; pero, incluso así, «mi esposa» podía haberle preparado cualquier tentempié, que algún mérito tendrá la increíble catedrática.

Lo mismo podía haber dicho que tenía un encuentro urgente en cualquier parador, donde el menú de la menestra de ministros es de lo más variado y colorido y satisface todo tipo de apetitos. O que se le estaba corriendo el rímel ante las preguntas que no tenía intención de responder, que el maquillaje le daba cierto aspecto de Nosferatu presto a morder la yugular de la primera periodista impertinente. O simplemente que volvía a irse de retiro.

Pero nada, que el tipo quería comer.